Recordatorio

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jueves, 22 de agosto de 2019

Hablando en femenino: un poco de historia sobre el orgasmo y la masturbación



¡Bienvenidos! Frederika a vuestro servicio.

Hace bastante escribí un artículo sobre cómo muchos autores (en especial varones) se escudan en el historicismo de las violaciones, del maltrato contra las mujeres y todo eso para justificar la violencia, fetichización y sexualización de sus historias. En definitiva el «¡pero es que era así!». Y ya demolimos muchas de esas excusas.

Esta vez venimos a hablar de otro mito, que espero que pueda servir de referencia para quienes lean esto~.

Del orgasmo femenino y la masturbación


En las novelas se habla mucho de penes. No hay problema en hacer aparecer a hombres orinando —defecar ya es demasiado—, con erecciones y fantaseando en dónde les gustaría insertar sus falos. En el caso de las mujeres, sus genitales se mencionan menos porque la obsesión suelen ser los pechos, pero a los autores les encanta mencionar lo húmedas, apretadas y sabrosas que están. En especial si son jovencitas.

Todo suele enfocarse, pues, hacia un punto de vista masculino disfrutando de un sexo donde la mujer tiende a ser pasiva.

Por ello siempre encontraré absurdo leer sobre tantísimas muchachitas desconocedoras ya no solo del sexo (como tratamos en este artículo tan extenso), sino del placer, y que disfrutan como locas si descubren la penetración. A ello se suma, por supuesto, la sensación de que nunca se hubieran excitado por su cuenta, ni llegado a explorar regiones que los niños ya empiezan a manosear desde que son muy pequeños.

De modo que vamos a sacar referencias de un libro publicado en 1999, The Technology of Orgasm, de Rachel Maines para hacer entender a la gente que el sexo gira alrededor de la concepción masculina del mismo. Es decir, incluye tres etapas: la preparación o foreplay, penetración y orgasmo masculino.

Y no hace falta que en todas las representaciones perpetuemos esta idea ignorante.

Antes de nada, dejemos unas ideas claras de acuerdo a la concepción heterosexual del sexo:

1. Si una mujer no tiene un orgasmo mediante la penetración pero el hombre sí, se sigue considerando que ha habido sexo.

2. Si la mujer disfruta de un orgasmo y el hombre no, entonces el desenlace es un coitus interruptus.

Sin embargo, de acuerdo a doña Maines, alrededor del 70% de las mujeres —asumo que estadounidenses— no se corren mediante la penetración y necesitan estimulación externa. Y si no se da, entonces la ausencia de placer…

«La culpa debe ser de ella, puesto que era literalmente inimaginable que pudiera descubrirse algún problema en la hipótesis de la penetración. Si el pene no representaba la arma definitiva en las batalles sexuales, la insistencia en la superioridad masculina descansarían en el estadísticamente mayor potencial de los bíceps y deltoides masculinos, que en sí no parecían aptos para la tarea de sostener el patriarcado en la civilización occidental»
(Technology… p.6)

Hasta tal punto el mundo es androcéntrico que los términos de labia, vagina o útero no se emplearon durante mucho tiempo. Bastaba con términos masculinos como semen» o «semilla», de modo que cuidado con la interpretación de textos antiguos.


Ah, y, una pequeña aclaración antes de seguir:

¿Qué es la HISTERIA?



Aunque en 1952 se dejó de considerar la histeria como una enfermedad, este término ha perseguido a las mujeres desde el siglo IV a.C. sin descanso. Según los médicos, consistía un conjunto de «síntomas» que se echaban a un saco y se mezclaban aleatoriamente. En general, las mujeres parecían sufrir «excitación crónica» con ansiedad, falta de sueño, nerviosismo, fantasías eróticas, pesadez en el abdomen, edemas en la parte baja de la pelvis y lubricación vaginal. En ocasiones se daba el caso de que la «enferma» se desmayaba, sufría un orgasmo —pensemos en cómo se despiertan algunos hombres con un asunto del que encargarse y asumamos que el cuerpo se comporta como lo hace porque a veces tiene problemas de los que ocuparse— y se encontraban un poco mejor. Los ejemplos se retrotraen hasta Platón, que sugirió que estas reacciones se debían a inflamaciones del útero. A esto se le suele llamar «paroxismo de la histeria».