¡Bienvenidos a la mazmorra! ¡Frederika a vuestro servicio!
Hoy, en el conjunto de artículos dedicados a los dobles estándares en Harry Potter, vamos a hablar de los profesores.
Oh, los profesores. Esas personas que deben proteger y enseñar con equidad a los alumnos. Tenemos una buena ristra de profesores inútiles —Trelawney, Lockhart, Firenze, Hagrid…—, unos pocos odiados —Snape, Umbridge...— y otros queridos —McGonagall, Lupin, Flitwick…—. El problema, como todo en estos libros, es el punto de vista de Harry, que empaña mucho nuestra visión. Algunos profesores claramente no tienen vuelta de hoja, como pueden ser Trelawney o Lockhart. No nos interesan y no los trataremos. Pero otros sí merecen un examen de cerca.
Durante la mayor parte del artículo haré comparaciones con Snape, pues es el profesor cuyos métodos se ponen más en duda. Me gustaría que no se enfocara tanto como una defensa de Snape como simplemente una comparación que pueda superar el odio que siente Harry por él para que valoremos a los profesores en su justa medida. Los títulos de los apartados serán para aproximarse al tema, ya que trataré varias cosas en cada uno.
Severus Snape
«—Anímate —dijo Ron—. Snape siempre le quitaba puntos a Fred y George» (La piedra filosofal, p. 120).
Madre mía, Ron, qué injusticia más grande teniendo en cuenta cómo son tus hermanos. ¿Eso significa que a los otros tres, los que sabemos que eran más responsables, no les quitaba puntos?
Desde el primer momento, Snape aparece como una figura oscura y desagradable muy temible porque tiene el poder: es un profesor. Uno al que se relaciona de inmediato con Voldemort para que el lector empiece a maquinar por su cuenta y sospeche de todos y cada uno de sus actos. ¿Qué hay más temible que tener un profesor como enemigo en un colegio? Son la autoridad, los sustitutos de los padres, con la diferencia de que no tienen por qué apreciarte.
«El profesor Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de la nariz ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry… y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente» (La piedra filosofal, p. 109).