—La vulgaridad no me parece necesaria (...)
—Puede que no, pero ser capaz de acercarse a una polla sin tenerle miedo sí que lo es. (p. 285)
Esta es una conversación entre Mira y Hereva, dos personajes principales. Para comprender por qué traigo esta cita hay que tener en cuenta que, durante buena parte de la historia, Mira hace las veces de la voz de la «razón», la «experiencia» y lo «práctico». Mira, por desgracia, es también la voz de la autora, por lo que está presentando una y otra vez el mensaje final de la historia, más allá de aceptarte a ti misma (después de convertirte en lo que tu «mejor amiga» cree que es correcto y dejes de ser una mosquita muerta que no quiere salir con el primer extraño con el que se cruza, claro) o de reconocer tu propia valía. Al fin y al cabo, Róndola no sabe bien qué es como obra pero se inclina hacia una novela erótica sin argumento. Y no tengo nada en contra de las novelas que van al porno y punto. Pero es que Róndola te quiere, además, dar lecciones de vida y de sexo [L: Léase tratar a tu lector como un idiota al que tienes que enseñar. Hacerle reflexionar, pa qué].
Este libro es un intento constante de liberación sexual, de abrazar el sexo sin miedo a las consecuencias —supongo que los capuchones de cerdo son una buena forma de evitar que Mira tenga mil hijos. Y anticonceptivos de hierbas. Pero para qué preocuparse por las enfermedades— y liberándose de los estereotipos patriarcales. Si un hombre puede, una mujer también. Esto, perfectamente, podría haberse presentado en cincuenta páginas con un personaje que tuviera sexo y fuera feliz con ello. Pero no, doña Rhei ha ido más lejos, a lo social. Y ha patinado, en mi opinión, de forma importante.
Situar esa idea en un mundo de cuento medieval podría haber tenido sentido en otras circunstancias, con un buen estudio de la sociedad y de comprensión de qué es lo patriarcal y qué es lo feminista. Hace poco escribí un artículo atacando a los autores que usan la excusa de lo histórico para justificar su violencia machista, porque se levantan sobre estereotipos ignorantes y solo quieren ocultar sus ganas de escribir morbo. Pues más o menos lo mismo sucede cuando quieres hacer una crítica. Para criticar un cuento, hay que saber por qué es como es. Para destruir las ideas machistas, hay que saber cuáles son.