Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

domingo, 2 de agosto de 2020

Analizando la Primera Persona en The Thief







¡Bienvenidos a la Mazmorra! Soy Rika y os traigo un análisis... poco convencional en este blog. Lo cierto es que llevo un tiempo queriendo entender los misterios de la Primera Persona, y, tras darle muchas vueltas, he descartado hacer un análisis normal a The Thief, cuya reseña podéis leer aquí, y centrarme en estudiar su punto fuerte: el Narrador No Confiable.


The Thief es un ejemplo perfecto para lidiar con un protagonista que te miente a la cara, que juega con medias verdades y, por ello, releer es una delicia. De pronto captas todo lo que tenía un doble sentido. Desde el punto de vista de un escritor, puede que este examen interese por puro placer, pero también espero que sirva de guía a quienes quieran escribir con narradores mentirosos. 

Lo que es evidente es que este análisis no tendrá mucha gracia para los que quieran leerse el libro y todavía no lo hayan hecho. A esos lectores les recomiendo escapar cuanto antes. ¡No leáis nada más, suficiente os he spoileado diciendo todo esto!

Dicho esto, dada la naturaleza del relato, hay que empezar por el final.







¿Y por qué? Bueno, porque esto es una crónica que alguien, Eugenides, ha decidido escribir. En otras palabras, no es una narración en primera persona sin más. No, Eugenides tomó la decisión —impulsado por Helena— de poner sus experiencias por escrito, paso a paso, negándole información al lector acerca de sus motivos, objetivos y verdaderos sentimientos... Probablemente porque quería asegurarse de que muchos volvieran a releer sus experiencias una vez más.

Muy Eugenides.

Esto revela, como mínimo, que a Eugenides le gusta fanfarronear y sentirse más inteligente que los demás. Una impresión que se confirma cuando, en el último capítulo, confiesa pequeñas maldades que le hace a la gente que le cae mal, robándoles y ofreciendo sus recompensas al altar del dios de los ladrones, de tal forma que sea sacrilegio intentar recuperar lo que les ha sido arrebatado.

Sin embargo, limitarle a un arquetipo de pilluelo sería una equivocación. Eugenides no es alguien grandioso, como le gustaría ser, pero tiene puntos tan caballerescos que rozan el absurdo. Por ejemplo, toda la aventura que vamos a leer es consecuencia de su deseo de evitarle a su prima, la reina Helena, un matrimonio forzoso con el rey vecino. Por suerte, Eugenides tiene matices que impiden que sea un Robin Hood típico, porque también se ve guiado por un incomensurable ego. Salvar a su prima es parte importante de su misión, pero también lo es demostrarle al mundo su habilidad como ladrón.

Lo que tenemos en nuestras manos es una novela en la que Eugenides, de forma muy personal, engatusa al lector desde el principio para descorrer un velo al final y demostrarnos su verdadera hazaña. Porque un buen ladrón sabe disfrazarse, coquetear y robarte sin que te percates de ello. Eugenides disimula sus hazañas para al final revolcarse en ellas cuando ha triunfado.

¿Y cómo se consigue esto?

Bueno, ocultando la verdad. El libro no comienza con Eugenides partiendo de su reino con un glorioso propósito en mente, sino con un chico llamado Gen que se pudre en las mazmorras del rey.


Few prisoners wore chains in their cells, only those that the king particularly disliked: counts or dukes or the minister of the exchequer when he told the king there wasn’t money to spend. I was certainly none of those things, but I suppose it’s safe to say the king disliked me. Even if he didn’t remember my name or whether I was as common as dirt, he didn’t want me slipping away. (p.2)


Y desde el primer párrafo nos está manipulando con descaro. Primero enumera a los aristócratas y luego, al afirmar que no es uno de ellos y decir que «I was as common as dirt» nos sugestiona para que aceptemos que Gen es un don nadie… 

Pero un don nadie peligroso, porque merece la pena encadenarlo. Este es un tema, por cierto, que se reitera hasta la saciedad en el segundo libro: los monarcas quieren capturar a Eugenides, y este o es capaz de escapar casi siempre, o se deja encerrar por voluntad propia. Hay un pulso extraño, casi excitante, en acercarse al fuego hasta que puede quemarse con tal de salirse con la suya:

“What?”, he would say. “Haven’t you escaped yet?”

Every time he laughed, I spat insults at him. (p. 3).
Eugenides, como narrador, nos resalta la constante burla de los carceleros ante un ladrón que ha jurado poder escapar de cualquier lugar y robar cualquier cosa, pero que continúa encerrado meses después. El escritor se niega en rotundo a contarnos que está ahí a propósito, esperando a que le necesiten para robar cierta joya. Quiere que, como el resto de personajes que participaron en su historia, nos traguemos su disfraz. Y lo hacemos, vaya que sí, en especial porque el rencor ante las burlas es real. Eugenides es orgulloso y le escuece haber tenido que humillarse a pesar de que no poder huir de la celda fuera una parte fundamental de su tapadera.

Cuando un personaje. al que solo conocemos por su ocupación de magus, saca a Eugenides de la cárcel y lo lleva a conocer al rey, la narrativa se esfuerza por desapegarse. Todo lo que se nos cuenta del rey puede ser de conocimiento popular, y nada desvela que Eugenides ha estudiado de cerca al monarca y su entorno. En particular, conoce bien al magus, pero actúa como si dedujera quién es cada uno, en vez de adivinarlo por lo estudiado o saberlo incluso de antemano.

Entonces recibe su misión. Tiene que robar algo —sabe perfectamente qué, pero no nos lo dirá porque sus captores tampoco le dicen qué es— y da la sensación de que le obliguen contra su voluntad. Y entonces llega una de mis partes favoritas.

Llega la hora de partir hacia la aventura con el grupo que le ha tocado en gracia. El magus, que dirige la expedición, dos muchachos (Ambiades, el borde, y Sophos, el tímido) y un tipo duro y callado llamado Pol. A Eugenides no le caen muy bien. Y todo le gusta aún menos cuando descubre que debe montar a caballo.

¿Cómo disimulas lo que sabes? Pues distrayendo al lector. Eugenides se refugia detrás del agotamiento que le ha causado abandonar su celda tras meses para «justificar» toda clase de incongruencias en el texto. Al fin y al cabo, está interpretando a un ladrón llamado Gen, joven, arrogante e inexperto. ¿Qué mejor forma de hacernos creer, a nosotros y a su grupo de carceleros, que es un plebeyo que mostrando que no sabe montar a caballo? Uno da por sentado que su rechazo al mismo se debe a que nunca ha tenido uno y está siendo orgulloso en su negativa a aproximarse al animal.

En realidad lo que ocurre es que de verdad no le gustan los caballos, y está agotadísimo, tanto que le cuesta caminar o mantenerse a la grupa del animal. Pero no importa, porque el texto camufla la realidad y cuando llegue el momento de ver a Gen montando a caballo bien nos quedaremos boquiabiertos.

Además, Eugenides no tiene un pelo de tonto y, al fingir que no sabe cabalgar, obliga a llevar un ritmo más lento. Esto, a su vez, alarga el viaje y le permite recuperarse físicamente. Y, de paso, fastidia a sus captores.

Unos captores con los que se cuida mucho de no hacer spoilers, para que averigüemos sus identidades a la vez que lo hizo él, hacia el final de su viaje. ¡Si él no lo sabía, nosotros tampoco!

Sin embargo, Eugenides no es capaz de aguantarse del todo y siempre deja caer detallitos. Me lo imagino sonriendo mientras describe su llegada a la primera posada, donde lo bañan a la fuerza y le tratan las heridas que le han provocado los grilletes. Ahí nos cuenta que siempre ha llevado el pelo largo porque cree que le da un aire aristocrático (p.39). Si piensas que es un chaval salido de la calle, te dices «qué mono». Si sabes que es un noble que desprecia a los aristócratas guerreros, pero a su vez se siente acomplejado por su físico, en especial su baja estatura, entiendes que ha dejado caer esa información a propósito. Eugenides utiliza el pelo como una forma de «aupar» su físico.

También es cierto que el texto no consigue ser neutral. Por ejemplo, dado que Ambiades intentó matarle, no es de extrañar que resalte un pequeño incidente en el que le pide a una chica de la taberna un lazo para su trenza. Ambiades reacciona mal porque Eugenides recibe no solo el lazo, sino una sonrisa. Además, el narrador se asegura de señalar que la chica miró mal a Ambiades. ¡Eugenides atrae a las chicas, Ambiades no! ¡Lector, toma nota, Eugenides es mejor! Y, de paso, establece la importancia del pelo largo para esta misión.

Ya veréis por qué.

Una parte importante del personaje de Eugenides es cuando nos habla de la dueña de la taberna, que se muestra simpática con él y le da comida extra una vez se entera de que ha salido de la cárcel. ¿El motivo? Su hijo está encerrado. Eugenides comenta que seguramente la tabernera no ha podido pagar al fiscal, lo cual parece más el comentario de alguien que opina mal de las altas clases y vive como un plebeyo, que el de una persona ennoblecida. Eugenides además nos confiesa que miente a la mujer diciéndole que la cárcel no es para tanto, que su hijo no lo debe estar pasando muy mal.

Por un lado esto nos da información sobre cómo es Gen. Así nos acostumbramos a pensar en Gen como un chico común, que sabe moverse entre los estamentos bajos porque pertenece a los mismos. Sin embargo, no lo es y siempre contará con la ayuda de su monarca y su gente, pero eso es cosa de otro libro. Por otro lado, también averiguamos cosas sobre Eugenides. Es cierto que a estas alturas no sabemos que nos está narrando su historia intencionalmente. En ningún lugar ha dicho que la esté escribiendo, algo que nos haría sospechar de sus medios económicos y crianza, pero también la está narrando en voz alta con alguien transcribiéndola. Como lectores asumimos que es una primera persona y ya está. No sabemos que hay un motivo detrás de las palabras que estamos leyendo. Que Eugenides nos está hablando de lo bien que conoce a la gente pobre, de cómo empatiza con ellos, por un motivo concreto. Quiere que, quien lea sus palabras, sepa que odia la corrupción y simpatiza con los pobres.

Es una clara posición política.

Se trata de ejemplo delicioso de doble caracterización, pero mis partes favoritas son esas tan discretas que parpadeas y te las saltas.

Por ejemplo, a estas alturas no sabemos que Pol es un alto cargo militar, o que el padre de Eugenides es un general. Sin embargo, en una relectura es difícil no percatarse de, en una escena donde Pol enseña algunas lecciones de defensa personal a Sophos (p.52), Eugenides las reconoce porque se las enseñó su padre.

Y aquí Eugenides no puede evitar volcar en el texto sus opiniones sobre el oficio de soldado. Básicamente considera que alguien se hace soldado porque es demasiado estúpido para otra cosa. Teniendo en cuenta que aprecia y respeta a su padre, que es un general, nos encontramos ante una confesión indirecta de la frustración que siente porque no se valoren sus habilidades. Eugenides puede cambiar los destinos de naciones enteras como un ladrón, pero un guerrero solo tiene que agitar la espada y se gana una inmediata y positiva reputación.

Pero esto se ve después, cuando recontextualizamos la información que tenemos. Para el lector primerizo, el discurso de Gen es coherente. No le gustan los soldados, no le gusta su propio padre, y Gen desprecia los roles sociales que comportan cierta hombría tradicional porque no encaja con los mismos. Es más, a lo largo del libro resalta varias veces que es pequeño, que lo llevan en brazos y que depende mucho de su agilidad y astucia. Casi como si tuviera un rol femenino.

Ahora, el mundo parece querer quitarle la razón y demostrar que solo es un triste envidioso... Además de un tonto. Y así, Ambiades suelta (p. 58):

“He wants to know if you really are stupid enough to bet a man that you could steal the king’s seal and then show it as a proof the next day in a wineshop.”
It had been a professional risk, but there was no point in saying so. I turned my back on them both.

La impresión es que Gen, pues, se deja llevar por su arrogancia. Y es cierto. Quiero decir, su plan (real) es una locura. Pero cuando afirma que todos sus errores fueron un riesgo profesional o calculado, está siendo sincero. Pretendía crearse una reputación suficiente para que lo eligieran para robar en el templo, así que antes debía llamar y mucho la atención. Por supuesto, su verdadera intención queda totalmente disimulada por lo bien que está construida la personalidad de Gen.

Otros ejemplos que me gustan son:

Sabemos que Sophos es el hijo de un duque, pero tomamos como una simple burla cuando Ambiades le llama Su Alteza (p. 60). A Eugenides no se le ocurre pensar que puede ser el siguiente rey porque el actual carece de herederos.

Eugenides se asegura de presentar la historia de los tres reinos, Sounis, Eddis y Attolia como si él hubiera nacido en Sounis, pero hay un momento en que nos deja claro que no pertenece a tal reino. Es cuando Ambiades opina que la gente de Eddis es «cobarde». Eugenides masculla que esa clase de opinión parece ser una compartida por todo el reino de Sounis. Es una forma muy sutil de no incluirse en la misma. Y luego no puede resistirse a opinar que Sounis está yendo muy lejos en su rivalidad con Eddis por algo que ocurrió hace siglos. Es el magus quien debe recordarle que los de Eddis permitieron la invasión y control de Sounis por extranjeros durante mucho tiempo. Y eso deja heridas. Unas que Eugenides no comprende. Su indiferencia e indiscreción se muestran en cómo resalta, para sus adentros, su orgullo nacional porque Eddis siempre se ha mantenido independiente.

Llegamos entonces al punto en que se habla del Regalo de Hamiathes. La narración guarda silencio acerca del motivo por el que Eugenides se unió a la expedición —para conseguirlo antes que sus enemigos— y no solo Gen nos distrae afirmando que es un mito (a pesar de que a esas alturas ha conversado con los dioses, robado el amuleto y experimentado revelaciones), sino que finge indignación porque le hayan sacado de la cárcel para buscar el amuleto de un cuento de hadas.

Pero la realidad es que Eugenides quiere ser el Ladrón de la Reina, y quien robe el Regalo (tan bien escondido en un templo que muy pocos han localizado) obtendrá el título con toda la dignidad del mundo. Y le escama mucho que el magus pueda hacerse con tal honor mientras que el nombre de Eugenides podría «quedar borrado».

Su ambición y egocentrismo son una constante lacra para Eugenides, algo que se explora más en el segundo libro. Aquí, de momento, estas emociones negativas ponen en riesgo su misión cuando choca con el del magus cuando discuten acerca de quién se merece el nombre. Tal y como se enfoca todo, da la sensación de que Gen quiera hacerse famoso porque sí, alimentando la sensación de que es un don nadie ávido de atención. No hay ni rastro del contexto que acompaña al muchacho, del deseo de proteger la herencia de su pueblo y asegurarse de que nadie pueda chantajear a su reina usando el legado de su propio reino en su contra, puesto que el rey de Sounis pretende proponerle matrimonio mientras es portador del Regalo de Hamiathes, con todo lo que ello comporta culturalmente para Eddis y su tradición con la diosa Hephestia. Como bien dice el magus, no puede arriesgarse a ofender a los dioses y renegar de un pretendiente que ha conseguido hacerse con el Regalo. Y todo esto ni siquiera se debe a que el rey quiera casarse con ella, sino a que ansía el territorio de Eddis para poder invadir Attolia.

Su actitud defensiva se ve otra vez cuando el magus cuenta el mito de la creación de Eddis. No es el primer ni el último mito que interrumpe la narración de la historia, pero funciona a tres niveles. Como texto expositivo para construir worlbuilding, como una forma de Eugenides para dejar constancia de sus tradiciones… Y preparar a los lectores para la aparición de los dioses.

Sophos pregunta si la gente cree en estas cosas y Eugenides no puede contenerse y descartarlo como simple religión… Lo cual hace que el magus sospeche:

“You sound very learned, Gen. What do you know about it?” (p.84)

Eugenides desvía el tema con una pizca de verdad, insistiendo en que su madre es de «las montañas» y que todo es muy parecido a Eddis. Aun así, no puede evitar querer corregir a un extranjero y se lanza a resaltar todo lo que el magus no ha aprendido de los mitos.

Está terriblemente cerca de revelarse como alguien de Eddis.

El magus se sacude de encima las correcciones de Eugenides porque «él es más leído» y sabe más que su madre, que no tiene educación. Es una forma muy, muy arrogante de descartar la tradición oral, que es tan fiable como la escrita en términos de intencionalidad (nada escrito es imparcial, al fin y al cabo).

Y entonces la autora se luce diciéndonos la verdad a la cara, y utilizando a alguien con supuesta autoridad para descartarla:

“Maybe I’m wrong. Maybe Gen is a family name. The title of King’s Thief is a hereditary one now in Eddis, and I think the current Thief is named Eugenides. Maybe you’re related. A cousin, perhaps, to someone exalted”

(…)

“Eugenides,” I nearly stuttered, “was the god of thieves. We are all named after him” (p. 86)



El chico se lava las manos después de haber confesado y demostrado que, en el fondo, valora la tradición de su reino y que tiene un dios favorito. Es más, luego se asegura de contar él mismo la historia del nacimiento de su dios. Como no hay nada más divertido que restregarnos por la cara cosas que no podemos ver, Eugenides nos relata que su madre era una ladrona, y también adopta un tono distinto al narrar el mito. Respetuoso, con vocabulario apropiado. Cuando los personajes quieren profundizar en este pozo de sabiduría tradicional, Gen intenta escurrirse diciendo que fue su madre quien le enseñó el mito. Por supuesto no es una respuesta satisfactoria, pero la gente ve y lee lo que quiere, así que se deja ir el tema de que Gen narra como un aristócrata.

Desconozco hasta qué punto esto es… ¿intencional? Llevamos toda la vida leyendo novelas con protagonistas que narran de maravilla (en teoría). Da igual de dónde vengan, cuántos años tengan, pocos autores que deciden escribir «mal» para transmitir la voz de personajes de baja extracción social. Normalmente, como lectores, no intentamos buscarle sentido a que todo el mundo sepa plasmar su historia como si se dedicaran a escribir. Es una clara suspensión de la incredulidad y creo que la autora la está usando en nuestra contra.

Supongo que por eso puede permitirse la libertad de que Gen meta la pata de vez en cuando. Por ejemplo, poco después Ambiades y Sophos entrenan con espadas y Gen se dedica a evaluarlos. No es que entre en detalles técnicos, pero tiene ojo para juzgar que Sophos será peligroso de adulto, cuando pula su estilo, y que Ambiades tiene años y años de entrenamiento detrás. Por supuesto, el padre de Eugenides es un soldado, y el mismo Eugenides es un gran espadachín, pero por lo general un soldado no goza de una educación tan esmerada como la que se le da a Sophos y Ambiades. Vaya, es casi como si Gen hubiera tenido un entrenamiento muy similar. Pero el lector va a pensar que, bueno, son cosas que debemos perdonar, típicos de las novelas YA.

Y, ah, otra parte que me encanta es cuando hablan de los acentos. Como se están internando en un reino enemigo, Sophos y Ambiades deben callar en caso de cruzarse con nativos para no desvelar su procedencia, pero Gen…

“Attolian gutter is indistinguishable from Sounisian gutter” he said, and I laughed with the others. I was very content with my slang and my half-swallowed words” P. 110

¡Ay, la arrogancia! Básicamente está confesando que su slang es practicado, no natural. Sobre todo porque uno no se alegraría de que insultaran su forma de hablar… A menos que no sea la «suya» y la haya perfeccionado tanto que puede hacerse pasar por plebeyo de Sounis y no un aristócrata de Eddis.

Ah, también quiero hablar con rapidez acerca de su tendencia a no bañarse, como se ve cuando van a remojarse en el río. Se debe a que «no quieren que piensen que le gusta estar limpio». Esto perpetúa la idea de que en la Edad Media la gente no se bañaba con jabón… Cuando lo cierto es que el jabón es antiguo y variado, y había otras formas de estar limpio sin necesidad de usar el mismo. Pero bueno, pelillos a la mar.

Cuando Eugenides se percata de que Ambiades viste ropas andrajosas y de que mira con envidia a Sophos y al magus, mucho mejor vestidos, en vez de, no sé, callarse, no puede evitar meterse con él. ¿El motivo? Percibe que odia su propia situación de pobreza porque le hace estar por «debajo» de los demás.

Eugenides se niega a profundizar en esta línea de pensamiento, así que me pregunto si él, como escritor, está intentando ser imparcial respecto a Ambiades a pesar de saber que es la pobreza y la posibilidad de recuperar su riqueza lo que le impulsa a traicionarles a todos.

En cualquier caso, lo que hace a continuación es retorcido. Alguien tan meticuloso como Eugenides no «roba sin querer» un peine de Ambiades y lo demuestra abiertamente. Como consecuencia, Ambiades se enfada aún más y Eugenides acaba recibiendo un golpe en el brazo. Acto seguido monta un espectáculo gritando que se lo ha roto y así logra que el magus se enfurezca contra Ambiades, porque necesitan que Eugenides funcione bien. ¿Quién va a robar el regalo de Hamiathes si no?

Y entonces… la comida comienza a desaparecer. Como Gen es un glotón, se le culpa de inmediato. La tensión escala tanto que Pol y el magus lo retienen después de mucho esfuerzo para darle unos latigazos y Eugenides está tan, tan furioso por la humillación que carga contra ellos, diciendo que ni en la prisión había sufrido algo así.


Si fuera un plebeyo probablemente estaría acostumbrado al maltrato psicológico —al físico también, pero Eugenides resalta que el magus no le golpea «tan fuerte» como para provocar un daño permanente—. Sin embargo, horas después de haberle escupido al magus o de incluso haber asustado a Pol, sigue enfadado. Y no es una furia justa consecuencia de haber sido injustamente acusado y castigado, sino que surge de la indignación, de un cómo se atreven a hacerme esto a . Más aristocrático no puede ser. La humillación es tal que, por un momento, Eugenides se plantea abandonar la misión (una que puede evitarle un matrimonio horrible a su prima y poner en mejor disposición política a su reino), pero se recuerda que quiere ser un hacedor de reyes, el Ladrón del Regalo.

Por desgracia para Gen, este arrebato le cuesta relativamente caro más tarde, cuando el magus y Pol van a buscar comida. Los niños tienen hambre, así que Ambiades decide inmovilizar a Eugenides porque no se fía de él y, francamente, le tiene miedo. El resultado es que le ata las manos tan fuerte que se le corta la circulación. Pol llega poco después para liberarlo, pero los dedos de Eugenides están hechos un desastre, amoratados y duelen mucho. Pensadlo, ¿qué harían sin sus manos?

Curiosamente, a continuación asistimos a una idea que, creo, se desechó. Eugenides quiere denunciar a Ambiades y a Sophos, pero Pol no se lo permite porque el magus podría hacer daño a Sophos por haber participado en fastidiar los dedos de Gen…. Pero por lo que he visto, dudo muchísimo que este hombre dañara a nadie. Menos al sobrino de su rey. Así que no sé bien si la autora pretendía desarrollar una faceta más oscura del magus. Quizá lo averigüe en el libro dedicado a Sophos…

Pero bueno, destaquemos otros pequeños y deliciosos detalles: mientras recorren Attolia, se encuentran con que muchos campos y olivos no han sido recogidos o sembrados porque hace treinta años hubo una peste que diezmó la población. El magus comenta que él fue el único superviviente de su familia. Y Gen…

I was thinking of my numerous relatives, most of whom I had always considered a grievous burden, but if there hadn’t been one that I loved, I wouldn’t have landed myself in the king’s prison. It was better, I supposed, to have all of them than none. I think it was the first generous thought I have ever had about some of my cousins. (p. 135)


Indirectamente nos habla de su reina, aunque con tan poca información podemos entender cualquier cosa. Pero la indicación es clara: Eugenides no robó el sello porque sí. Lo hizo por algo relacionado con un ser querido. A esto se le llama plantar bien las ideas.

Poco después, Gen no puede quedarse callado y critica a Ambiades en su habilidad con la espada. Este intenta desafiarlo, pero Gen se niega… Hasta que Ambiades empieza a darle patadas. Entonces utiliza contra Ambiades un ataque bastante sucio, ya que salen temas sobre fidelidad y lealtad, y le pregunta a quién se supone que está sirviendo Ambiades. Esto es una referencia a que su abuelo fue un traidor, pero aunque Eugenides no puede saberlo, también es meter un dedo en la llaga porque Sophos va a ser su próximo rey… Y Ambiades lo trata como si fuera basura.

Eso por no decir que Ambiades les está traicionando, porque va revelando sus posiciones a la gente de Attolia. Con la perspectiva de saber lo que está ocurriendo, la decisión de dejarle atrás para que cuide con los animales mientras ellos van al templo es… nefasta como poco. Antes de hallar el recinto, por cierto, Eugenides sueña con Moira (aunque no le da tal nombre hasta el final, cuando toma el amuleto con permiso de Eugenides el dios y de la propia Hephestia).

El templo se encuentra sumergido en las aguas del río, que bajan temporalmente y al cabo de unas horas vuelven a inundar el interior del lugar. Eugenides tiene que darse mucha prisa. Es en este momento cuando el magus le entrega herramientas que debió haberle requisado cuando fue capturado y le hace una sorprendente confesión: había decidido usarle desde el momento en que comenzó a presumir de su talento. Es más, envió a sus hombres para que lo acicatearan y demostrara de lo que era capaz. También para asegurarse de que acababa en una mazmorra.

I whistled soundlessly as I thought of the twists in this tale (p. 156)

Y, aun así, Eugenides, sigue manteniendo el control dentro de sus propios términos.

La incursión al templo, el reiterado encuentro con los dioses y el Regalo de Hamiathes son elementos fascinantes para otro tipo de análisis. Aquí lo que me llama la atención es cómo los personajes hablan del Regalo, que es una supuesta mera piedra bañada en las aguas de la inmortalidad, y de cómo hay algunas descripciones que los sacerdotes mantienen en secreto. El magus relata cómo su antecesor logró leer uno de estos textos emborrachando al responsable a cargo, y entonces…

I shuddered at the idea of poisoning a high priest. For that sort of crime they were still throwing people off the edge of the mountain. (p. 195)

Dado que Gen habla más de una vez acerca de cómo se arroja a gente por las montañas en su hogar… Hogar cuyo origen nunca ha mencionado específicamente, creo que es interesante siempre parece estar a punto de revelar su reino natal, pero siempre se muerde la lengua a tiempo.

Ooooh, y ahora llega una parte que adoro.

Eugenides lleva el pelo largo durante toda la historia, y en numerosas ocasiones ha tenido problemas por perder lazos o gomas de pelo para recogérselo. ¿Por qué insistir tanto con un detalle tan nimio? Quiero decir, aparte de porque es algo que se vive el día a día cuando tienes el pelo largo. No sé cuántas gomas he perdido a lo largo de mi vida.

Bueno, porque es importante. En la página 195, Gen destaca cómo se hace una trenza y se guarda un lazo «para usarlo más tarde». Inmediatamente después nos cuenta que el magus se pone el Regalo alrededor del cuello.

Esta relación de pelo + regalo no es casual. Eugenides se está preparando para robar el Regalo, pero no va a decírtelo porque quiere sorprenderte al final. Poco después tenemos esta escena, en la que Eugenides se sube a un árbol cuando varios hombres de Attolia se arrojan a por ellos:

The magus and I were nearly knee to knee, ahead of the others. I dragged the reins of my horse over to one side, and it stumbled into the horse beside it. I brushed shoulders with the magus for just a moment and then turned the horse on its haunches and drove it with my heels back toward the trees on the streambank. As a branch passed overhead, I grabbed it, using my free hand, and pulled myself up into the tree. (p. 197).

Podría decirnos que ha robado, hablarnos de su habilidad mágica, pero es mejor reservárselo para más tarde, para que veamos que Eugenides nos ha estado robando su propia historia durante todo el camino… Y ni nos habíamos dado cuenta.

Los personajes vencen a sus enemigos y…

(…) I stared at him with my mouth hanging open like a horrified gargoyle. I pointed to his shirt. He lifted one hand, instinctively checking for a wound, before he realized. Hamiathe’s Gift was gone. (p. 199).

Qué listo. Qué exagerado es. ¿Abrir la boca como una gárgola? Por Medea, Eugenides, deja de disfrutar tanto.

Todo indica que al magus se le ha caído el Regalo durante la batalla, y Gen no aparece como culpable porque es el primero en darse cuenta y mostrarse horrorizado. Al fin y al cabo, es quien ha arriesgado la vida por conseguir el dichoso Regalo.

Más importante aún, se supone que no tiene ningún sitio donde puede habérselo ocultado. Salvo…

I very carefully rebraided my hair and watched. (p. 200).

Miradlo qué cabrón.

Un detalle de caracterización bastante interesante es que Eugenides se molesta en revelarte lo incómodo que se siente al haber participado en la muerte de estos hombres. Y lo hace contándonos cómo atiende el cadáver del más joven. Al darse cuenta de que se había orinado encima de miedo, Eugenides lo empapa en un arroyo para que nadie se percate de este signo de cobardía… Pero. más que bondad, estamos ante un acto más bien egoísta, porque Gen está disimulando las pruebas de sus fechorías. De que ha matado a un niño que se ha meado encima. Mejor borrar ese detalle. Que parezca que ha matado a alguien más «valiente». Se hace así menos… pecado, supongo.

Más tarde, cuando tiene que robar unos caballos, se encuentra ante la disyuntiva de matar a un inocente y confiar en que esté lo bastante borracho como para no despertarse:

There was an obvious solution, but I was a thief, not yet a murderer. (p. 210).

Me encanta. Sobre todo el yet.

Pero volviendo al Regalo, Eugenides reconoce que no se siente orgulloso ni encantado al ver cómo el magus desespera intentando encontrar la piedra por la que han matado y arriesgado sus vidas. Se intenta decir que es porque tiene miedo de que les ataquen, pero deja claro que se siente incómodo. También, implícitamente, entendemos que le ha cogido cariño y respeto al magus (sobre todo desde que este le abrazó y le juró escribir su nombre en un templo cuando le entregó el Regalo). Esta simpatía se desvanece un poco cuando el magus decide que van a hacer una copia:

All of my work could be thrown away. He would manage. I gritted my teeth. (p. 204).

El texto quiere que asumamos que se siente indignado porque su robo no va a tener la misma relevancia cuando pueden hacer una copia… Pero, en realidad, lo que le da miedo es que, tras conseguir el puñetero Regalo, vayan a proclamar a los cuatro vientos que Sounis lo tiene, que el de Eddis (el real) es una mentira y, sí, por tanto todo el trabajo de Eugenides ha sido para nada y las consecuencias políticas para su reino pueden ser fatales.

Poco después decide que, en vez de marcharse a su casa, se va a quedar atrás para intentar darles un poco de tiempo al magus y a los demás para escapar. Como la narración no quiere sincerarse, solo podemos sacar en claro que aprecia a Sophos y al magus. Lo suficiente, al menos, para arriesgarse a matar —y este asesinato le traumatiza tanto que es la causa de que le capturen más tarde— o morir a manos de la guardia de la reina de Attolia.

Ah, pero, ¿cómo es que esta les ha dado alcance?

Como ya he comentado antes, Ambiades había sido un traidor desde el principio, lo que explica que los de Attolia los persiguieran desde tan pronto, o que la comida desapareciera y hubiera tantos problemas por el camino. Todo para ralentizarlos. Durante una relectura se percibe que Ambiades se pone nervioso en algunas ocasiones y parece querer decir algo sobre, quizá, esta traición, pero al final decide guardar silencio. Como consecuencia, tanto él como Pol mueren fuera de escena.

Cuando acaba en una celda —empieza en las mazmorras de un rey y acaba en las de una reina— se encuentra con que, a pesar de sus esfuerzos, Sophos y el magus fueron capturados. Podría detenerme a hablar del bromance que hay entre el magus y Eugenides, que es muy adorable y casi un poco paternal, pero me aguanto porque esto ya se está alargando bastante y nos acercamos al final.

La verdad es que en una primera lectura no me di cuenta, pero la escena es fenomenal. Gen está protegido por la oscuridad, pero herido e incapaz de moverse. No quiere que el magus le toque. Uno pensaría que es por el dolor de sus heridas, pero…

“No”, I said, “no, no, no.” I didn’t dare to shake my head, but I desperately didn’t want the magus to try to wrap me in his cloak. I didn’t want his cloak. I didn’t want him to put his hand beneath my head and lift it to slide Sophos’s fancy folded cloak underneath, which is what he did first. When he didn’t notice the bump under my hair at the base of my skull, I gave up protesting. (pp. 219-220)

Después la reina de Attolia se presenta en persona y se da esta deliciosa conversación:

“He (the magus) suggests, however, that your loyalty to your own country is not strong.”
I winced. “I have no particular loyalty to the king of Sounis, Your Majesty”. (p. 231)

Y el lector puede pensar que es normal, porque no le ha caído precisamente bien. Pero, claro, ¿cómo le va a tener lealtad a un rey, o a un reino, que no es el suyo?

Por cierto, luego se da un retcon en el siguiente libro y se supone que aquí Eugenides comenzó a desarrollar feelings por la reina de Attolia. A lo cual solo puedo decir… Ja.

Poco después Eugenides se las apaña para escapar y llevarse al magus y Sophos consigo. Remontan el río a contracorriente como si fuera por error, pero está claro que Eugenides tiene un destino fijo en su mente. No solo eso, sino que conoce bien la zona, pero la tensión del momento no nos permite mucho tiempo para que reflexionemos sobre lo extraño que es que sepa moverse por el lugar. Cuando Sophos le pregunta dónde le gustaría estar, dice que en la cama… Y con libros a mano.

A medida que se aproxima a su hogar, Eugenides se va despojando de las mentiras. No es que un plebeyo no pueda leer, pero decidme cómo iba a tener acceso a un bien tan preciado como los libros, ¿eh?

Entonces alcanzan el territorio de Eddis, donde un grupo de soldados les aguarda y de inmediato se ocupa del herido Eugenides, dando a entender que es alguien importante y que sabían que iba a llegar. Aun entonces, este se niega a revelarnos la verdad y lo mantiene todo misterioso, incluso presenta la corte de la reina de Eddis como si no la conociera… hasta que:

“Oh,” she said in irritation and perfect understanding. “It’s you, Eugenides”. (…) I’d never been so happy to hear my own name (p. 259)

Y el velo cae:

The magus, I noted, was not surprised by the greeting. I was a little annoyed because I had wanted to see his jaw drop. I had to satisfy myself with Sophos’s surprise —he was gaping in a heartwarming way— and hope that the magus didn’t know all my secrets.

(…)

With my good hand I reached under the braid at the base of my neck to free the thong that was tied there. It was the shorter of the two that Pol had given me on the banks of the Aracthus. One-handed, I couldn’t easily get the knot undone, and several strands of my own dark hair came with the thong when I pulled it free.

I glanced back briefly at the magus and was delighted to see his mouth open in astonishment.

“Gen,” he said under his breath, “you viper”. (p. 260).

Su yo del pasado se desmaya a las pocas líneas, pero resulta evidente que Eugenides, con la perspectiva de las semanas y habiéndose dado tiempo para escribir, se regodea en el triunfo de su engaño. Casi puedo imaginarlo frotándose las manos cual mosca.

Como en toda historia de misterio, llegan las confesiones. De principio a fin se revelan las cosas que los protagonistas no quisieron contarnos por un motivo u otro y todo cobra un claro sentido. Así, Eugenides escucha desde la cama un relato del magus sobre su aventura, que se la cuenta al «ministro de guerra», y aún se deleita unas páginas más en confesarnos que este ministro es su padre.
“I’ve been told that his father wanted him to be a soldier. I’d be happy to inform his father that he has a son to be proud of”.

I stifled a snort of my own in the silence that followed. The magus must have still been tired. He must have once known, but forgotten, that the minister of war had married the daughter of the previous King’s Thief. He was talking to my father. (p. 264)
Al menos se lleva una sorpresa al enterarse de que Sophos es el heredero del rey de Sounis.

Ya solo falta la excusa para escribir toda esta aventura:

“Because you’re going to write it all down, and it will be a book in your library. But first you will tell me everything,” she said. “The things the magus didn’t know”.
It was a relief to explain everything to her, to tell her about the prison and about the temple and what I’d thought of the magus in the beginning and what I thought of him in the end. What it meant to be the focus of the god’s attention, to be their instrument, used to change the shape of the world. And it was nice to brag a little, too.

It took me many days in the snatches of time she stole from royal functions and meetings with her ministers, but she wanted me to tell everything, and I did. In the months since then, I have written it down. I will show it to her soon and see what she thinks. Maybe I will send a copy down to the magus. (p. 278)


Y así se cierra un libro que es bastante sencillo. Apenas ocurren cosas, la mayor parte del tiempo los personajes están viajando o contándose mitos. Es el empleo de esta primera persona, el jugar a los términos de Eugenides, lo que vuelve The Thief una novela tan rica e interesante.

También en un ejemplo del empleo de la primera persona del que todos podemos aprender y que, espero, os haya servido para algo. Al menos yo he disfrutado como una cría releyendo y analizando la novela.

¿Habrá un día en que me atreva a tocar bien la primera persona...? Al menos, con ejemplos así, me dan muchísimas ganas.

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