¡Bienvenidos a la Mazmorra, Rika a vuestro servicio!
Aunque ya es noticia vieja, hace un tiempo me enteré de que Crónicas Vampíricas iba a tener una serie. Y que querían que fuera a lo Juego de Tronos. No solo eso, sino que el papel de doña Anne Rice y su hijo va a ser muy prominente en la dirección de la serie.
¿Sentís eso?
Es el susurro del Miedo…
Aparte de provocarme un profundo horror, esta noticia me recordó que, de adolescente, disfruté de unos cuantos libros doña Rice —y hasta leí el primero de su trilogía de la vida de Jesús porque… why not—. Nunca probé, por suerte, sus historias de brujas.
Hace mucho que no leo nada de doña Rice y ni siquiera he echado un vistazo a su última novela porque hasta las fans se quejaban de lo Gary Stu que se había vuelto Lestat. También su cruzada de odio y persecución contra sus propios fans, que se atrevían a escribir sobre Crónicas Vampíricas y ella respondía mandándoles abogados para destrozarles la vida, hizo que perdiera toda clase de respeto por ella y me alejara de su mundo.
Pero debido a que encontré por tumblr
unos post que analizaban a Louis y su depresión, he acabado leyendo aquí y allá sobre elementos de los que no me di cuenta cuando era adolescente.
Y solo he conseguido horrorizarme más y más.
Incluso si la forma de escribir de doña Rice siempre me agotó, y la traducción nunca ha hecho demasiado trabajo por cambiar mi opinión, sí me atrajeron sus personajes, la sexualidad que te saltaba cada cinco minutos, y el mundo de los vampiros. Fue con doña Rice y El vampiro Lestat que encontré a un personaje femenino fuerte, independiente (Gabrielle, madre de Lestat), que era badass, vestía de hombre y se podría relacionar vagamente —porque doña Rice no apunta tan fino y es… bien, entre otras cosas, muy misógina e hipócrita— con un personaje transexual. Fue con doña Rice que vi que un hombre, o dos o tres, podían ser dramáticos, llorar y desear que les muestren cariño y no el típico estereotipo de los libros. Tiempo después leí sobre sus diosas creadoras —que eran whitewashing a morir, y si no, a la única de color (Akasha) te la ponía como malvada, pero al menos eran mujeres— y mujeres con poder incluso si estaban vistas con una mala luz y me plantó ciertas ideas en la cabeza.
Así, incluso hoy en día puedo afirmar que su worldbuilding es mucho más interesante que el de Crepúsculo o cualquiera de sus pobres sucedáneos y que se merece más una adaptación que este aunque solo sea por el débil y torpe trabajo que hace en el mundo queer. Aunque caiga en contradicciones y desprecie abiertamente las leyendas de Drácula —en Entrevista con el vampiro casi se encuentra un pasaje entero dedicado a atacar el tipo de vampiro que creó Stoker, con un par—, al menos tiene detrás algo más que el romance entre los protagonistas. Hay traumas, reflexiones religiosas, morales, y mucha, mucha mierda tóxica porque el género de los vampiros está MALDITO, os digo, y cuenta con pocos escritores buenos.
Y es que esas cosas buenas que tenían Crónicas Vampíricas se han perdido con el tiempo y se perderán todavía más por culpa de la intromisión de doña Rice y su hijo en la serie que pretenden crear. Entre otras cosas, porque será desde el punto de vista de Lestat. Incluso la historia de Louis y Claudia —que por fin recibió su propia narración con Claudia’s story, un manga muy bonito y recomendable— quedará en manos de Lestat. Permitidme que grite.
Bueno, antes de eso permitidme que vayamos por partes y empecemos por lo que Entrevista con el vampiro y El Vampiro Lestat hicieron bien. Y eso es lo queer.