Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

miércoles, 27 de abril de 2016

Análisis: Espía de Dios, Juan Gómez-Jurado

Título: Espía de Dios
Autor: Juan Gómez-Jurado
Sinopsis: Un centenar de cardenales acuden al Vaticano para asistir al Cónclave del que saldrá elegido el nuevo Papa. Pese a las infranqueables medidas de seguridad dos de ellos aparecen asesinados siguiendo un macabro ritual. La psiquiatra criminalista Paola Dicanti, ayudada por el padre Anthony Fowler, deberá atrapar a un asesino en serie cuyo objetivo son los jerarcas de la Iglesia. Oficialmente las muertes de los cardenales no están ocurriendo y Paola se enfrentará a un juego mortal donde nada es lo que parece con los ojos del mundo entero puestos sobre la Ciudad Eterna.

Editorial: Planeta
Número de páginas: 400




Érase una vez la leyenda de una hada amable, dulce y bondadosa que hacía florecer a todo pasto por el que cruzaba con su sola presencia. En aquellos años dorados aún vivía fuera de esta mazmorra trabajando como una esclava para mis queridos y sufridores ahijados, así que me tentó la curiosidad de conocer a este mito tan majo. Enseguida me di cuenta de lo repulsiva que era una hada tan perfecta. Se la di de comer a una dragona que pasaba por allí (y que por ese entonces no conocía personalmente) y fin del problema. Ya nadie volvió a contar leyendas tan tontas.

Seguro que con este inicio estaréis pensando que voy a escribir de nuevo una crítica devastadora de un libro. Pues no, listillos. Hoy traigo una recomendación.

Espía de Dios es la investigación de una serie de asesinatos en Roma entre los cardenales candidatos a ser el próximo Papa, como dice la sinopsis. [G: Me suena a Ángeles y Demonios XD] Es una historia bien narrada y estructurada, se centran en el tema que quiere desarrollar y lo hace espléndidamente. Diré algo más: la clave, al contrario que en muchas novelas negras, no es identificar al asesino (que se revela desde el principio de la obra), sino predecirle a través de su perfil psicológico.


Si hay presente en la sala algún fan de las series criminólogas que pululan desde hace unos años, es posible que hayáis pensado en Mentes Criminales [R: ¡Yo, yo!], la serie donde un grupo de expertos desentrañan en cada caso la psique del asesino elaborando, de hecho, un perfil psicológico. A mí personalmente no me gusta la serie, muchas de las conclusiones que sacan me parecen surrealistas (en mi lista de cosas que hacer tengo pendiente hablar del tema con un psicólogo o criminólogo). Sin embargo, veo necesaria la comparación porque ambos abordan la cuestión de darle prioridad a la historia del asesino que a la búsqueda de este mediante la recreación de las últimas horas con vida de la víctima o el interrogatorio a sus allegados. Y dado que entre el inicio de la serie y el libro apenas hay un año de diferencia, me pregunto si el autor no se inspiraría en ella.

Cabe decir que a la historia se le cuela algún cliché, pero por suerte el autor no le da demasiada importancia y queda diluido en el resto de la intriga. Ya trataré de ello más a fondo en la parte de los spoilers.

He comparado brevemente antes Espía de Dios con la novela negra (de hecho, más bien he destacado uno de los matices que le diferencian), en vez de con el género policíaco, porque los personajes de la historia tienen un trasfondo y un pasado detrás que les marca antes, durante y después de la historia. En mi opinión creo que no llega a jugar demasiado con los límites entre el Bien y el Mal, puesto que estos siempre quedan claros, pero hay suficientes tintes claroscuros como para que se lo perdone.

Paola Dicanti, la protagonista casi indiscutible de la novela, es una inspectora novata, que tiene mucho bagaje de conocimiento teórico, pero carece de experiencia y de prestigio frente a sus compañeros. Por otro lado, como co-protagonista se presenta a Anthony Fowler, un sacerdote retirado que se ofrece como consultor para ayudar a la policía, debido a su amplia red de contactos y por su anterior contacto con el presunto asesino.

¿Os suena de algo? A mí solo con eso me recuerda a Castle, Bones, el Mentalista, Sherlock e Imborrable, donde la resolución del caso recae principalmente en la pareja protagonista. En literatura, el caso más similar que se me ocurre es el de El último catón, de Matilde Asensi, con Ottavia y Farag. Creo que con esto ya he dicho demasiado, ¡ups!

Cada personaje tiene su función y papel en la historia, y algo más: tiene sus fines y objetivos. Se agradece encontrar desacuerdos entre ellos, contradicciones y variedad de opiniones. Y como he dicho antes, arrastran ciertos problemas del pasado que influyen en sus actos y conducta. Mi crítica vendría a ser a que el desarrollo de ellos es superfluo y poco trabajado, apenas hay un cambio en dichos personajes del principio al final de la obra, salvo por los conflictos durante la investigación y la enorme trascendencia del caso. Gómez-Jurado fuerza demasiado ese avance que no hace poco a poco durante la trama.


El Mentalista y Castle son dos casos en los que se invierte el rol clásico de hombre experto y mujer lista.
Sin embargo, el interés de la serie recae en el personaje masculino debido a su carisma.
 [R: luego está Bones con una mujer lista y con experiencia pero inadaptada social]

Me da la sensación de que por no querer decir demasiado estoy aportando más bien poco, así que voy a dejar caer más cosillas. El resto del elenco puede dividirse por tres lados: los involucrados por parte del Vaticano (cardenales, párrocos e inspectores del Corpo di Vigilanza), la Policía italiana (superiores y compañeros de Paola) y agentes exteriores que se ven involucrados en la investigación de algún modo. Y todos los personajes tiene su justificación dentro de la historia.

Los capítulos son cortos y amenos, la lectura se hace rápida y adictiva. Además, se intercala entre capítulos con el avance de la historia algunos informes, presentes o pasados, que profundizan en el contexto de la investigación o del asesino. El estilo de Gómez-Jurado es simple, pero efectivo, no destacaría nada en particular.


En Caso Abierto, por el contrario, se da más prioridad a contar la historia del caso que a
 destacar a alguno de sus protagonistas
 (quizá por eso no es tan famosa, pero yo soy incapaz
de acabar cualquier capítulo sin llorar).

Uno de los puntos más fuertes es la buena contextualización del autor, dentro del panorama que se generó tras la muerte del Papa (el viaje de muchos fieles a darle el último adiós, la elección del nuevo, etc.) y la lógica y coherencia que hila la trama. Tanto de parte del Vaticano como de la Policía italiana. Además, se nota una increíble documentación por parte de Gómez-Jurado para lo que quiere escribir. Eso sí, no me gusta la mecánica de poner anotaciones a pie de página sobre hechos (en plan, esto pasó de verdad o datos sobre psicología), porque le resta peso al texto para concedérselo a la información objetiva. Si lo quiere poner, vale (aunque personalmente me parece pedante), pero fuera o al final, fus, fus. Por suerte no lo hace a menudo.

A estas alturas estaréis pensando, ¿y el tema? ¿Dónde está el dichoso tema que Lyra siempre trae a colación? Bien, Espía de Dios flojea un poco respecto a su presentación de tema. Trata varios, sin decidirse realmente por uno, y no llega a profundizar ni a ahondar en nada en concreto. Mucho abarca y poco aprieta. La base es buena, la desarrolla poco a poco y, sin embargo, no la concluye. El final en ese aspecto es muy precipitado.

Finalmente, cierro esta parte light con el mismo comentario con el que di inicio a la entrada. Espía de Dios es un libro recomendable dentro de su género. Me ha sorprendido bastante, después de mis últimos desaciertos. Y si bien centra más su desarrollo en el misterio y la tensión, demuestra que no necesita nada más.




«En realidad, Espía de Dios es una novela de redención», dice Gómez-Jurado en la nota del autor al final del libro. «La busca Viktor con sus macabros crímenes, la busca Paola Dicanti mediante la caza del monstruo, la busca Anthony Fowler para reparar los errores de su pasado turbulento». Por lo tanto, la intencionalidad del autor era centrar su tema en la redención de las personas que, como he señalado en la primera parte, no termina de cerrarse, por varios motivos.

Karoski quiere redimirse y, engañado por Shaw, comete los crímenes de los cardenales. Su trama finaliza con su muerte y no hay más redención para él que la de sentir que se reunía con sus padres (quienes, por cierto, le causaron todos los traumas que le llevaron a la pedofilia, muy bonito). En Dicanti se mezclan dos temas: la fe religiosa perdida y la venganza; en mi opinión, una es tan típica que convertirla en eje central para dicha redención fue un error por parte de Gómez-Jurado. Y finalmente Fowler, que sacrifica lo poco que le queda: su presunta inocencia (al tener que confesar los crímenes que cometió y arriesgarse a la excomunión) y su secreto más íntimo (reconocer la similitud entre él y Karoski, de cómo ambos sufrieron abusos de sus padres cuando eran niños).

Adoro las semejanzas que se establecen en ocasiones entre el protagonista y el villano. De verdad. Siempre me muero de ganas de que se sienten a tomar un café antes de matarse mutuamente (desgraciadamente esto sucede pocas veces). Y sin embargo…

«Lo que demuestra que en todos nosotros hay potencial para el mayor bien y para el mayor mal», dice también en su nota. Aquí es donde radica mi mayor crítica a Espía de Dios, junto a lo que he estado explicando antes.

La protagonista principal es Paola y, sin embargo, el núcleo de la trama lo componen Fowler y Karoski. Ella se limita a seguir la línea que le marca el caso, se muestra clara y definida al lector. El problema es que el interés se enfoca en los otros dos, a quienes apenas se les conoce y ocultan varios secretos de su pasado, intencionadamente, en los que se ahonda muy poco a poco, acogiendo todo el interés.

La obra no transmite eso de que «en todos nosotros hay potencial para el mayor bien y para el mayor mal», porque el único que baila en este límite es Fowler (y en menor medida, Boi y Dante). El resto del elenco siempre actúa con rectitud y nobleza. Dicanti jamás comete ningún acto moralmente reprochable. Jamás. Andrea Otero tampoco, simplemente es una periodista con una gran historia que quiere publicar. Y Pontiero es el colmo de la santificación (antes y después de su muerte). Karoski es el representante de lo que ha sido perverso, a causa de su catastrófica infancia.




La relación de Dicanti y Fowler está excesivamente descompensada. Por un lado, ella es una inspectora poco prestigiosa, sin experiencia, aunque sea una auténtica criminóloga especializada; por otro, Fowler no solo está curtido en práctica, sino que tiene contactos y relación directa con el asesino. Ambos actúan y se complementan bien en la línea de investigación, pero me resultan poco interesantes como pareja. Y como demuestra el final, Fowler termina imponiéndose a Dicanti como verdadero eje principal para darle un concluir la historia.

Por el contrario, la relación entre Dicanti y Boi es más compleja, porque son subordinada y jefe con una historia romántica en común y perniciosa para ambos. El autor apenas le da importancia, lo cual no entiendo, puesto que dice mucho de ambos el cómo se llevan. Tanto que Boi se acostara con ella estando casado, como que Dicanti se arrepienta por la imagen que le ha dado a él y no lo considere moralmente reprochable. Durante la historia mantienen dos planos de relación, el profesional y el íntimo, siendo este último solo tratado para cerrar el capítulo amoroso de ambos que había previa al comienzo de la trama.

Me gustaría dejar claro que Paola Dicanti, como personaje, me gustó muchísimo. Pese al trato que recibe por parte de ciertos personajes, se sobrepone porque tiene carácter y una personalidad muy definida. Siente y opina respecto a todo lo que le rodea, no se deja arrastrar por los demás (hasta que baja Fowler del cielo como solución de todos sus problemas y la lleva de la manita). Mirad, incluso copié una frase suya, de estas perlitas que suelta alguien para parecer duro, respecto a los asesinos en serie: «Estas personas son fracasados, no profetas. Basura humana. No merecen ni un ápice de compasión».

Por eso me repatea muchísimo que, en su papel protagonista, termine siendo una pieza más del puzle que no destaca respecto a los demás. En mi opinión, Gómez-Jurado le puso excesivo empeño en dar voz a los personajes secundarios y, como resultado, ella quedó al margen de su propia historia. De hecho, incluso la nostalgia por su padre queda cerrada gracias a Fowler, quien le envía una carta para animarla a que siga adelante. Ella misma NO lo resuelve (y por eso recalco tanto que hay temas sin cerrar), ni existe una reflexión posterior acerca de si recupera o no la fe en Dios.

Hay un cierto paternalismo constante en toda la obra hacia Dicanti. Por parte de su jefe (Boi) y de Fowler, principalmente. Ambos intentan apoyarla y hacerla avanzar sacrificándose a sí mismos (su imagen o su honor), sobre todo Fowler, quien lo primero que hace es pedirle a Cirin que ella esté a salvo a cambio de volver a trabajar para él (y, por lo tanto, posiblemente extender más su lista de crímenes). Con esto, Gómez-Jurado pospuso dicha redención a la segunda parte (y ni siquiera estoy segura de que haya pensado en esa redención).

Ay, qué bonito, que Fowler se ha colado en su casa
mientras dormía para prepararle café…
Ah, no, que eso NO es normal en alguien
que conoces de ¿tres días?
Luego, está el caso de cómo Dicanti reprocha a Dante que la llame ispettora y no dottora, aludiendo al rango inferior al suyo, pese a que por sus estudios debiera tener una posición superior. Esto es irónico fuera de la narración porque resulta que Dicanti es el único personaje (entre los principales, aquellos a los que se trata formalmente por el apellido) al que el autor hace alusión por su nombre, Paola, cayendo en la misma trampa (aunque inconsciente) de su personaje. Puedo perdonárselo porque nombrarla, al ser la protagonista, puede ayudar al lector a simpatizar con ella; pero como he señalado antes el verdadero núcleo de la trama recae en (Anthony) Fowler.

En mis ratos libres me gusta pensar que Gómez-Jurado puso en boca de Boi que Dicanti era una mujer «fuerte e independiente» a propósito para parodiar a todas esos autores que solo saben describir a sus heroínas con esas dos palabras.

El narrador varía entre la perspectiva de varias personas, aunque la visión central sea la de Dicanti. Principalmente destaco una escena en la que Fowler describe a Dicanti como una mujer dura y a la vez delicada por el duro golpe que le produjo perder a su padre (y que le hizo desligarse del cristianismo). Y este es un ejemplo de cómo no hace falta este breve cambio de cámara, pues el trauma de Dicanti lleva siendo descrito y bien desarrollado toda la historia (y queda inconcluso. ¿Había dicho ya eso? Vaya forma de desperdiciar una conversación con el Papa).

Personalmente no le hago ascos a una escena de sexo, siempre que no use la misma jerga ridícula que ha creado el género romántico para que no sea explícito. Sin embargo, decir que «y durante unas horas descubrieron juntos la felicidad» está a otro nivel. No quiero morbo, pero ya que se consuelan a través del sexo, podría explorarse su relación de un modo menos profesional y desigualitario. O utilizar otro eufemismo. Puaj.

Ahora, hablemos de Karoski y de la resolución del caso.

Cirugía plástica. No le reconocen porque se ha hecho la cirugía plástica. Ya. En su momento se me saltaron varias neuronas que no revivieron hasta que ahondaron en el asunto de que había alguien orquestando sus actos (porque es ridículo que un desquiciado pobre se la pague). Menos mal. Ya no me fío de nadie. Y de todas formas sigue siendo cirugía. Plástica. Es casi tan malo como los gemelos [G: Yo no lo veo tan mal D: Lo de los gemelos si es que es terrible].

Me gustó que Karoski estuviera tan cerca siempre de las víctimas y de la investigación, precisamente porque eso le hacía más escurridizo e imprevisible (aunque personalmente era algo obvio, si hasta yo identifiqué su primer disfraz). No obstante, esta faceta que podría haber generado desconfianza no hace más que hacer jugar a los inspectores al despiste. Una lástima.

De hecho, una de las carencias de la línea de investigación en el caso es la falta de empeño que ponían Dicanti y Fowler en tratar de predecirle. Prácticamente revisaban a una víctima y casi ya tenían a la siguiente, sin pararse a planear estrategias para capturarle o a intentar desentrañar quién sería el próximo cardenal. Entiendo que tenían que solventar la falta de colaboración del Vaticano, que tenía a todos los cardenales «a buen recaudo» y apenas les daban margen de actuación, pero me hubiese gustado que fueran más creativos.

Concretamente hay algo más que destacar de Karoski y es que me parece un cabo flojo que dejara el nombre de Shaw oculto en la tarjeta que le entregó a Dicanti (y que esta solo la recuerde cuando no tienen medios para seguirle la pista). Dicanti y Fowler creían que era la indicación de su próxima víctima, lo cual no tiene ningún sentido, puesto que la tarjeta se la entregó en la segunda. Yo, por el contrario, me imaginaba que Shaw era su último disfraz. Al final, ni lo uno ni lo otro, y eso me gusta de cierta forma, ya que engaña tanto a sus personajes y como al lector.

Pero qué leches, no hay razón para que Karoski desvele quién es el que le está controlando porque, recordemos, él no se siente controlado. Piensa ciegamente que Shaw le permitirá expiar sus crímenes y llegar al Cielo. Entonces, ¿por qué dejar esa pista? ¿Acaso en el fondo sabía que obraba mal? Quién sabe. Fowler le hizo pum, pum y ahí se quedó.

Por último, el acto final destapa de lo que ya he hablado extensamente antes: la contraparte de Karoski es Fowler, quien logra a través de una excelente argumentación (porque le entiende mejor que nadie) hacerle confesar sus crímenes. Y dándole muerte, se lleva el protagonismo de la historia.

No puedo cerrar esta reseña en sacar a colación un nuevo caso de narrador spoileador, aunque Gómez-Jurado solo cayó en la tentación una vez: «Como Paola tendría ocasión de comprobar amargamente más tarde, aquella decisión era un tremendo error». Y la vez en la que cayó fue para engañar. No le veo otra explicación, ya que Dicanti no sufre ningún percance realmente por desvelar antes o después el misterio (vale, le retiran del caso, cliché, y en cuanto lo resuelve todo le vuelve a ir como la seda. ¿Dónde está el problema?).

He descubierto, después de acabar el libro, que existe una continuación llamada Contrato con Dios, que posiblemente reseñe en algún momento. Espía de Dios es autoconclusivo, sin embargo, por lo que he ojeado de la secuela, lo único que hace es rescatar antiguos personajes para contar una nueva historia (donde espero que los cierre). Ya veremos qué tal.

Moraleja: si el personaje con el que tienes el crush no es tu protagonista, entiendo que a este le dejes a veces de lado en favor a tu enamorado; pero eso no debe hacerte olvidar sobre quién debe recaer el peso principal de la historia (en cuyo caso quizá sería mejor para todos que inviertas los papeles). Así no habrá más reseñas sobre mis frustraciones por el poco aprovechamiento de un protagonista.

LO MEJOR… la caracterización de personajes, el desarrollo de la trama, la contextualización de la situación y la forma de crear el misterio.

LO PEOR… la falta de un avance progresivo de los personajes, la mala elección de protagonista y el final acelerado.

(Todas las imágenes pertenecen a sus respectivos dueños)

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