Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Análisis: El atlas de las nubes. Nunca es tarde


Título: El atlas de las nubes
Autor: David Mitchell
Sinopsis: ¿Puede el amor, el poder del bien incluso en la adversidad, perdurar más allá de la vida que conocemos y prolongarse a través de siglos y lugares? Seis vidas se entrecruzan aquí de forma inesperada a fin de dibujar un mundo, profético y extraño a la vez, en el que la historia se puede reescribir. Los seis protagonistas de la novela, ajenos a la trascendencia de sus acciones, tienen un papel mucho más relevante en la posteridad de lo que pueden imaginar, en escenarios tan disímiles como un viaje por la Polinesia a bordo de un galeón en el sigloXIX, la California de los años sesenta, o una isla en un futuro postapocalíptico. Todos ellos comparten un destino común, el afán de poder que se sucede una civilización tras otra, y la búsqueda del amor como salvación. David Mitchell construye una aventura épica en la que no sólo todo está conectado, sino en la que también los gestos individuales pueden llegar a ser el germen de grandes revoluciones.

Editorial: Duomo
Número de Páginas: 599

¡Bienvenidos a la Mazmorra! Soy Rika y vengo a presentaros un análisis de una obra que me encanta.
El atlas de las nubes entra dentro de esa extraña categoría de libros que resultan poco comerciales, pero que tienen suerte y logran alcanzar cierto estrellato. Lo he visto recomendado en muchas de esas listas de «cien libros que deberías leer» y, la verdad, siempre me hace feliz encontrar su nombre. Además, en su día las hermanas Wachowski [R: cómo odio escribir este apellido] lo llevaron a la gran pantalla, lo cual ayuda a que la gente se interese por el título. Lo cierto es que se trata de una película muy entretenida, con cambios comprensibles y necesarios para una adaptación, y una banda sonora que te rompe el corazón y lo tritura muy despacito. Así que si os queda alguna duda… Mirad la película y luego venid al libro.

Es un libro que, por cierto, exige un esfuerzo por parte del lector. El atlas desarrolla seis historias conectadas entre sí a lo largo de distintas épocas, cada una de las cuales ocupa alrededor de cien páginas. El quid de la cuestión radica en que las historias se dividen de una forma…particular. Todas, menos la última, se organizan así: tenemos la primera historia y, al llegar a la mitad, comienza la segunda. Y así una y otra vez hasta alcanzar la sexta, que es la única completa. Después de terminar la sexta, encontramos la segunda mitad de la quinta, luego de la cuarta… Y cerramos con el final de la primera, creando un círculo perfecto. 

Se trata de una estructura cíclica intencional, que viene que ni pintada a la idea de reencarnación, de repetición de errores y temas conectados que influyen a la gente que nacerá en el futuro.  

Los cliffhangers, por supuesto, son molestos, incómodos, y dan ganas de saltarse todas las historias para tener una lectura «normal», pero la gracia es aguantar y ver por qué el autor eligió precisamente un formato que podía hacerle perder lectores.

Cada historia imita un tipo de escritura típica de distintas épocas. Tenemos un diario de viajes del siglo XIX, una novela epistolar, otra policíaca con estilo muy ligero, una autobiografía cómica, una entrevista futurista y una narración en voz alta de un anciano que cuenta su historia a un grupo de jóvenes. Cada una  emplea un estilo completamente diferente de otro que permite que cada personaje tenga una voz característica, propia y distintiva. Por fuerza, alguna os gustará más que otra [R: yo me decanto por las cartas y por la entrevista. En este último caso no porque sea lo más realista del mundo, sino por la personalidad de la narradora. Tiene mis dieces de bruja] y casi sin duda gruñirá un poco al llegar a la sexta, ya que se encuentra en un futuro distante donde el idioma se ha resentido mucho. El trabajo del traductor (Víctor V. Úbeda) para que, aun así, el texto resulte legible es extraordinario.

Sin entrar en spoilers, creo que lo más interesante del libro es que todas las ideas que se critican resuenan con nuestra época. El racismo, el robo intelectual de ideas, el peligro nuclear, el asumir que los ancianos no sirven para nada, el creciente control del capitalismo sobre nuestras vidas y el miedo a lo que la tecnología (mal empleada) puede causar en nuestro planeta son temas del día a día y surcan esta historia de forma constante. Los personajes envueltos en estos temas, por suerte, son fruto de su época y podemos encontrarnos con actitudes que resultan contradictorias o deleznables, pero por eso mismo se permite que haya cierto cambio y evolución en su forma de pensar y de actuar. La hipocresía se puede curar. Por eso los protagonistas no son ideales.


Lo más fascinante es que don Mitchell no tiene una buena opinión de la especie humana en su conjunto y eso se ve con los saltos temporales. Los humanos se dirigen solitos a su propia extinción. Pero, aun así, los personajes luchan por aquello en lo que creen y muestran que la individualidad es importante dentro del contexto social. Casi tanto como la capacidad de una sociedad de quererse u odiarse a sí misma. Por eso, a pesar de los mensajes de advertencia, que no calarían tanto si no viéramos que con cada historia, cada cambio, cada acto cometido por un personaje influencia a otro del futuro. Puede que solo ayudes a una persona, o puede que cambies una sociedad entera, pero nada es inútil. Los pecados, los asesinatos y las heridas también influencian a gente en el futuro, desde luego, y por eso la historia invita un poco a reflexionar sobre por qué hacemos lo que hacemos. 

La prosa de don Mitchell en general es sencilla y muy llevadera. Quitando la primera historia —que adopta un tono más recargado para imitar a nuestro protagonista decimonónico— y la última, son todas muy agradables al ojo y en general son bastantes fluidas. Ya entraré en detalles en la parte del análisis, pero lo cierto es que al ser narraciones divididas, da la sensación de que no estemos ante un tocho y que se termina bastante rápido. 

Además, don Mitchell incluye muchos personajes femeninos con un respeto que me hace dar palmas. El tema del feminismo está bien llevado, sin resultar un panfleto, y los personajes hablan por sí mismos. Al contrario que en la película, donde la dependencia de una de las chicas por su salvador se vuelve no solo física sino emocional, en este libro los personajes femeninos tienen su propia agencia. Si a la periodista la tienen que salvar de un tiroteo es porque no tiene un arma, pero sobrevive por sí sola a persecuciones e intentos de asesinato, y cumple su objetivo moral. Lo mismo ocurre con Sonmi en el futuro distópico de Corea: su historia comienza literalmente como una impuesta Born Sexy Yesterday —con la excepción de que nunca es un objeto de deseo. Simplemente es un objeto— y se desarrolla junto a otros esclavos masculinos, cosa que nunca aparece en la película y siempre me chirriará muchísimo




Trama y personajes


Las tramas de cada historia son bastante sencillas para poder desarrollarse en un espacio limitado, pero no por ello dejan de ser muy personales. Son pequeños Viajes del Héroe que solo en una ocasión tienen repercusiones a gran escala como tal. Recuerdan, en ese aspecto, un poco a Hyperion, pero el planteamiento no podría ser más distinto. 

Diario del Pacífico


El centro de la historia de Adam Ewing [R: vaya, vaya, el primero de todos, qué nombre más apropiado] se enfoca en la esclavitud. Después de una visita a Nueva Zelanda y de ayudar, un poco a regañadientes, a escapar a un esclavo moriori, Autua, Adam se encuentra cada vez más y más débil mientras emprende el viaje de vuelta a Estados Unidos. El doctor que los acompaña, Goose, lo ha convencido de que está infectado por un extraño gusano parásito que devora su cerebro… Cuando en realidad trata de asesinarlo con el objetivo de hacerse con sus riquezas. 

Adam es un hombre temeroso de Dios, puro hipócrita que aparta la vista de los sufrimientos de los esclavos, de las situaciones extremas ante las que se encuentra. Su esnobismo le permite mirar por encima del hombro a los marinos con los que viaja, incluidos los españoles que se unen al barco. Al considerar a estos últimos sentimentales y exóticos, es incapaz de ver la situación que se da con la violación del más joven de todos, que acude a pedirle consejo espiritual —no sé por qué haría eso un católico con un protestante, pero bueno—. 

Hablando en plata: si acaba por salvar a Autua es más porque este prefiere morir por su mano a que lo eliminen los marineros y Adam no pretende llegar tan lejos. ¡Cómo va a matar él a nadie!


La fe y la moralidad de Adam se ponen a prueba innumerables veces. Pasa de civilización en civilización destruida por los ingleses (o los holandeses) y contempla el maltrato de los esclavos con cierta lástima, pero sin mojarse. Su diario a menudo deja implícito que no quiere seguir hablando de un tema porque le despierta preguntas incómodas sobre su propia forma de ser. Hay que tener en cuenta que Adam viene de Estados Unidos, un país que se cree muy adelantado, pero que sigue teniendo esclavos y promueve el maltrato de la misma forma que sus parientes europeos. Así que Adam prefiere no opinar sobre la imposición de la religión como excusa para esclavizar a gente, ni tampoco le da muchas vueltas a la vida de los mestizos. Acepta más o menos las ideas de que las razas no-blancas son inferiores y perezosas, a pesar de haber escuchado la historia de Autua y comprobar más tarde que es tan buen marinero como cualquier otro. En la película, cuando van a disparar a Autua mientras este intenta demostrar sus habilidades; en el libro no se elabora tal escena, así que Adam puede permitirse ser neutral todo el tiempo posible. 

Por todo esto, su crecimiento como personaje es muy lento, casi inexistente, aunque diría que en parte es la ilusión que provoca un formato como un diario, donde uno no tiene por qué ser sincero.

Al final, Adam sobrevive al intento de asesinato gracias a Autua y su última entrada de diario es una bella reflexión sobre una persona privilegiada que se encuentra con que no puede seguir obviando la realidad. Ha estado a punto de morir, ha confiado en un blanco simplemente porque decía que era un doctor, y jamás habría sido capaz de despedirse de su familia porque sin duda los marineros no se habrían hecho cargo de sus cosas. Su conciencia le impide seguir viviendo en el sur con sus negocios, por lo que jura abrazar la causa abolicionista

Cartas desde Zedelghem


Robert Frobisher es un niño rico, rebelde, bisexual, romántico y genio de la música. Cargado de deudas, se dirige a Bélgica para ser el amanuense de un famoso músico aquejado por la enfermedad y la edad. Cuenta, con una prosa ágil, algo recargada pero fluida y llena de personalidad, sus aventuras a su amante Sixmith —al que también explota un poquito económicamente— y mucho, mucho morro. Es decir, está dispuesto a comerse el mundo.  

La verdad es que Robert no tiene evolución porque su historia es un claro descenso. Arrogante, cínico, trata a la gente como trapos si no funcionan de acuerdo a su gusto. Se acuesta con la esposa de su maestro pero no quiere «dramas sentimentales»; cuando cree que la hija de estos se interesa por él va detrás suya a pesar de que no es más que una niña y, para colmo, no duda en descargar todas sus aventuras sobre su amante Sixsmith, a pesar del daño que esto debe hacerle. Al final, cuando se da cuenta de que nunca se le va a reconocer musicalmente y cuando no es capaz de tragarse su orgullo, escapa…

Y se suicida.

 La historia de Robert, con todo, es una de las más fascinantes por su tragedia. Robert es despectivo, malévolo en ocasiones, pero tiene cierto carisma y encanto que se reflejan lo suficiente bien para que podamos ver por qué es tan dolorosamente egocéntrico. Con cada paso, con cada mentira, situación divertida, momento en que Robert debe tragarse el orgullo porque no, no es nadie tan importante, se está trenzando un tapiz de autodestrucción. ¿Te acuestas con la esposa de tu patrón? Bueno, este lo sabe y lo permite… Hasta que le das por saco. ¿Crees que la niña a la que insultabas se ha enamorado tras dos conversaciones de ti? Es tu imaginación, eso solo pasa en los cuentos, pero por supuesto nos han enseñado que las cosas funcionan así. ¿Crees que tu música es lo más? Es posible que sí… Pero la sociedad es como es y has estado, cegado por tu inocencia y tu orgullo, cediendo tu trabajo sin imponer tu nombre. Todos hemos querido dedicarnos por completo a algo, dándole la espalda al mundo, pero también hemos aspirado a que se nos reconozca con ello.  



Robert es cruel, pero muy humano y es difícil no empatizar con lo sincero que es sobre todas sus opiniones y acciones, por mucho que choquen con nuestra moral. Para colmo, es un romántico, alguien que quiere verse a sí mismo como una historia, como una canción. En sus palabras; una vez ha escrito El atlas de las nubes, su vida ya no vive nada. Es mejor morirse mientras se siente completo antes de que la vida lo alcance de nuevo. 

Y aunque sabe que provocará dolor a Sixsmith… No es el protagonista de su historia. Ni siquiera es su pareja oficial. Ha sido su confidente, su prestamista, su amante, su amigo…

Pero no su musa. No tiene que atarse a él.

Robert vive huyendo desde el primer hasta el último momento. Su pragmatismo se vio ahogado por su deseo de escapismo, de ser reconocido en esa sociedad puritana y grandilocuente que jamás lo apreciaría, aplastado por la sombra de su hermano mayor muerto. Su forma de rechazar la sociedad (a la vez que aspira a formar parte de ella para que todos se arrodillen ante él) es fruto de un trauma y un profundo sentido de inferioridad que se difumina bastante en sus cartas. Solo nos damos cuenta de ello cuando habla de su hermano o cuando pensamos en sus acciones y borramos lo florido de sus cartas. 

El misterio de Luisa Rey


La historia de Luisa es relativamente habitual en el cine y las novelas, solo que nos trae agradables sorpresitas en temas de género. Luisa es reportera de una revista de mala categoría, que sueña por investigar temas reales y seguir los pasos de su padre, que fue un famoso periodista… Pero intentando esquivar su sombra, motivo por el que evita ciertas áreas que inevitablemente la ligarían a su padre por su apellido. La oportunidad de su vida llega cuando, en un apagón, queda encerrada con Rufus Sixsmith en un ascensor durante unas cuantas horas. Rufus está desesperado porque ha descubierto que la planta nuclear que le tocaba examinar tiene unos importantes fallos de seguridad que podrían degenerar en una catástrofe. 

Así pues, para empezar, tenemos la historia de costumbre pero con los papeles invertidos. Para que sepáis a qué me refiero se me ocurre, por ejemplo, la reciente película de Venom. Aquí una científica que acaba muriendo (sí, suframos por Rufus, que corre el mismo destino) porque tiene moralidad, decide denunciar los experimentos que se realizan por el malévolo empresario de turno. ¿A quién se lo cuenta? Al periodista venido a menos que, casualmente, es nuestro protagonista: Eddie. La situación de esta novela es exactamente la misma, solo que un anciano pide auxilio a una periodista de una revistucha porque reconoce que es hija de un gran reportero y que ella está dispuesta a arriesgar su vida si merece la pena. 

Este pastiche concreto narra en una tercera persona del presente que salta entre numerosos personajes. Sin apenas descripciones, basándose sobre todo en el diálogo rápido para caracterizar a los personajes, es fácil perderse entre escena y escena. Diría que el mayor problema de El misterio de Luisa Rey, es que Luisa no tiene tanto peso como el resto de los protagonistas. Las decisiones de los otros personajes tienen mucho que ver en que consiga salir viva del casi thriller en el que acaba metida, donde los miembros de la compañía quieren verla muerta mientras se enfrentan unos a otros. A su vez, Luisa debe lidiar con sus dramas familiares, porque no solo tiene un padre muerto cuya sombra parece incapaz de superar, sino que su madre está empeñada que se case. Es una pena que nunca profundicemos este aspecto, de Luisa como mujer independiente y madura, pero con mano para los niños —una de las relaciones más adorables es la que tiene con su vecino Javier, de diez años. Siempre le deja la ventana abierta, porque se cuela por ella para huir de los novios abusivos de su madre… o simplemente para que alguien le dé de comer—, que acaba investigando un asunto terrible con la esperanza de destapar algo que afectaría a demasiadas personas. Y eso da mucho miedo.


Luisa se habría beneficiado, desde luego, de una primera persona o de la ausencia de otros narradores… Porque el misterio que da título a la historia no es tal cuando podemos asomarnos a todos los personajes para averiguar qué y cómo va a pasar. 

Aun así, esta historia es un abanico de buenas y malas elecciones. Tenemos una enorme variedad cultural establecida en California, con personajes no necesariamente «blancos», y dilemas morales hasta hartarnos. Nos asomamos al terror que da denunciar a una empresa multinacional que saldrá adelante incluso si se descubre algo como su maldita planta nuclear, porque las cucarachas nunca mueren, y vemos cómo las buenas personas pueden acabar pagando con sus vidas por hacer lo correcto. Pero también tenemos grupos ecologistas pintados como lo que son, gente valiente y dispuesta a proteger, así como unos cuantos comentarios sociales interesantes sobre la inmigración, el maltrato y, por supuesto, el control sobre la prensa. Que haya tantos personajes y sus pequeños actos permitan que Luisa logre su objetivo redunda, además, en la idea de que cada uno de nosotros cuenta, por lo que podríamos decir que es una de las historias más cercanas al corazón, al mensaje de la novela. 

Sobre la conexión con el resto de protagonistas, Luisa acaba leyendo las cartas que Frobisher escribió a Sixsmith, además de escuchando su precioso sexteto, una pieza de arte apenas conocida. 

Además, decide escribir una novela sobre sus aventuras. Una novela que envía a…

El tremendo calvario de Timothy Cavendish


La historia de Timothy Cavendish es realmente un calvario recubierto por comedia para que podamos tragarlo con más facilidad. Nuestro protagonista, un anciano con muchas, muchas energías y mucho morro, es la pesadilla de muchos escritores: un aprovechado venido a menos que nunca ha tenido un éxito en la vida, cargado de deudas y que en su egoísmo y arrogancia ha terminado por quedarse solo excepto por su secretaria [R: me hubiera encantado ver más de esa mujer, capaz de enfrentarse a matones que la superan en número y tamaño por mucho]. 

Así pues, como es un energúmeno, no tiene remilgos en aprovecharse de que su cliente, autor de la autobiografía Sándwich de Nudillos, asesina a un crítico literario [R: jeje, glups]. Y con aprovechar me refiero a frotarse las manos y aprovechar para vender. ¡Es un asesinato, evidentemente, porque somos así, todos van a querer leer la historia de este asesino, por mala que sea! ¡Y, por favor, ha matado a un crítico, es posible que hasta nos haya hecho un favor! Más contento que unas castañuelas, Cavendish empieza a liquidar deudas, a tener una vida más o menos decente y hasta se plantea escribir su propio libro…

Al menos hasta que los hermanos de su querido autor vienen a prometerle que o les da una barbaridad de dinero, o acabará en el cementerio. Cavendish decide huir, después de intentar arañar todas sus relaciones, a un «hotel» que le recomienda su hermano. Solo que este hotel es, en realidad, una residencia de ancianos. La broma —fruto del odio de dicho hermano porque al parecer Timothy tuvo más de una aventura con su esposa— rápidamente se troca en pesadilla cuando dicho pariente fallece y, por tanto, no queda nadie para sacarlo de ahí. Porque, a ver Cavendish, tu experiencia vital debería haberte enseñado que hay que leer un documento antes de firmarlo y ceder tus derechos

Por supuesto, el drama de todo esto es que los ancianos están incomunicados, sometidos, y, en general, no tienen parientes que se preocupen por ellos. Es una situación horrible, donde ves cómo se amoldan a la vida que les han impuesto. Tratados como niños, incapaces de cuidarse por sí mismos, no les queda otro remedio que aguardar a lo inevitable.


¿O quizá no? La historia de Cavendish enfatiza mucho la infantilidad de los ancianos; tienen broncas como cualquier niño, en particular el grupo que se forma para intentar escapar, son tercos y orgullosos… Pero precisamente por eso demuestran tener voluntad para seguir viviendo, para continuar con proyectos. En vez de apoltronarse a la espera de que llegue la muerte, insisten en escapar de ese infierno aunque tengan que «quebrar la ley» para lograrlo. Cavendish no tiene otro remedio que admitir que siempre ha estado solo, que tener amigos es maravilloso y que se puede cambiar para ser mejor sin importar la edad. 

Además, Cavendish reconoce que el libro de Luisa —que resulta estar escrito por un hombre. Nunca he terminado de entender esto—, que es de las pocas cosas que se llevó consigo en su precipitada huida, tiene cierto futuro… Cosa que no se había planteado con su absurdo esnobismo.

Con el tono de la narración, que el propio Timothy suaviza con amargas quejas, con ironías y humor, logramos así superar la ansiedad de lo que debe ser vivir encerrado en un lugar donde se abusa constantemente de los ancianos, y se reflexiona sobre su lugar en el mundo. Algo que deberíamos hacer cuando tenemos el ascenso del neonazismo en muchos países, y que consideran que los que «no aportan nada para la sociedad» deberían, no sé, caerse muertos y no tener ayudas de ninguna clase.

¡Son viejos, a quiénes les importan!

Pues bueno, a sí mismos. A pesar de los intentos de la sociedad por darles la espalda, Timothy y sus compañeros logran salir adelante y hasta se hace una película del libro que Timothy escribe sobre sus experiencias, y que en el futuro será la historia que más marque a un personaje muy especial…

La antífona de Sonmi 451


Hay muchas historias de distopías, en especial gracias al boom de la última década. Unas son mejores y la mayoría tienen el cartelito de distopía pero no funcionan como tal. La antífona de Somni no pretende destacar entre las demás, ni denunciar nada que no podamos prever… Porque, bueno, precisamente resulta que una distopía es previsible y se alimenta de ideas actuales que explota hasta extremos terroríficos para advertirnos de nuestro futuro. Así, El cuento de la criada advierte sobre la cosificación y neutralización de las mujeres, por ejemplo.

En este caso, La antífona es una crítica constante del capitalismo, que ha devorado a la sociedad y llegado a extremos en los que la actualidad parece un mundo ideal. El consumo, por ejemplo, es obligatorio entre los ciudadanos de Nea So Copros, y los ciudadanos tienen un implante que les permite gastar o ganar dinero como una tarjeta bancaria. Este implante se denomina Alma. Podríamos hablar de las metáforas que esto implica, pero creo que es evidente y no muy sutil. Más interesante es que los fabricados, como Sonmi, no poseen Alma. Es decir, incluso si llegaran a escapar de los lugares donde trabajan desde que nacen hasta que mueren —y son pocos años, ya que todos son reciclados al cabo de una década, más o menos—, no solo los localizarían con el collar que llevan implantados en el cuello, sino que no tendrían medios para vivir. Es decir, no tienen Alma porque no poseen dinero. Hermoso, ¿eh?
 
Sonmi está destinada a ser una camarera más, entre cientos de miles, de un restaurante equivalente a un McDonalds o un Burger King, pero coreanos, hasta que su compañera Yoona le muestra lo que es tener un secreto. Le muestra cosas que han dejado los clientes, como cuentos, objetos personales o una película de cierto anciano recluido contra su voluntad en una residencia. Poco a poco, ambas van desarrollando vocabulario, se hacen preguntas sobre el destino que las aguarda tras años de servidumbre (la Isla Euforia) y empiezan a mostrarse incómodas con su mundo.


Yoona trata de escapar. Desgraciadamente, muere en el intento. Sonmi tiene más suerte. La eligen como sustituta de Yoona para el supuesto experimento de un estudiante universitario que estudia a los fabricados como ella, pero que en realidad está más interesado en beber y drogarse hasta el desmayo. Sonmi conoce a otros fabricados, pero es única porque ninguno ha «ascendido» tanto como ella gracias a la ausencia de ciertas drogas que han dejado de suprimir su inteligencia. Aprende en la universidad, ve el mundo de los fabricados y termina huyendo con un miembro de la resistencia que pretende destruir la Unanimidad que controla Nea So Copros con la ayuda de los fabricados. Así Sonmi ve la cara más negra de la sociedad, con los fabricados arrojados a la basura o por puentes cuando no son necesarios, la vida de aquellos que están cerca de las zonas contaminadas, y… el destino que aguarda a los fabricados, que solo pueden consumir una sustancia llamada «jabón». 

La revelación del canibalismo habla por sí sola de los extremos del capitalismo, así como la decisión de Sonmi de lanzar unas proclamas al mundo que, aparentemente, no servirán de nada… Pero, como bien sabe ella, cuanto más se intenta ocultar y prohibir algo, más ávidamente lo consumirá la gente —como ocurría con los libros comunistas en la España franquista, por ejemplo—.

Lo más interesante de Sonmi es que es un personaje que, en otras circunstancias, sería un estereotipo de chica Born Sexy Yestardary, como peca un poco en la película. Sin embargo, don Mitchell evade este problema porque Sonmi está siendo entrevistada por un historiador antes de que sea ejecutada, una vez toda su historia ha llegado a su final. Su prosa es fluida; su vocabulario, extenso y culto. Es su visión actual la que tiñe todos sus recuerdos, amargos aunque claros e inteligentes, así que ella siempre tiene el control de la narración. Al fin y al cabo, su entrevista es como su testamento.

El cruce de Sloosha


Zachry es el protagonista de la última historia. Joven, casi adolescente, habitante de un valle donde se adora a la diosa Sonmi, los lugareños están convencidos de que, al morir, las almas vuelven al cuerpo de un niño que nazca en el lugar… A menos que esta quede «empedrada» a base de pecados. Zachry sabe que es uno de estos malditos porque es un cobarde. Veréis, cuando era joven, su hermano Adam fue secuestrado y llevado con los kona, una tribu especialmente virulenta, y Zachry se quedó a escondidas sin hacer nada. Desde entonces, no deja de sufrir por sus recuerdos y su condición de cobarde. 

 No creo que sea casualidad que su hermano se llamara así; conecta con la primera historia, establece un paralelismo con Caín y Abel con la «traición» y hay un pequeño mensaje sobre cómo la inocencia y la búsqueda de justicia ya no caben en este mundo.

El mundo de Zachry es el que hay tras el apocalipsis. La mayoría de los niños mueren al nacer por deformaciones variadas, incluido su propio hijo, que tuvo cuando no era más que un adolescente. La civilización se ha desplomado, con la excepción de ciertos sabios que vienen en «barcos voladores» y que son los últimos atisbos de tecnología avanzada. Una de sus mujeres, Merónima, que es mucho mayor de lo que aparenta, decide vivir entre ellos. Zachry desconfía de inmediato de ella, convencido de que está espiándoles para apropiarse de su tierra… Pero cuando la hermana pequeña de Zachry está a punto de morir por una picadura venenosa, suplica a Merónima que la salve. Ella accede. A cambio, Zachry debe acompañarla a un antiquísimo observatorio. 

Después, unidos por el viaje, Zachry y Merónima abandonan el Valle para participar en un intercambio anual con otros clanes. Por desgracia, los kona atacan, matan a casi todo el mundo y si Zachry evita una vida de esclavitud es porque Merónima acude a su rescate. No queda hogar al que volver. Zachry termina de empedrar su alma al asesinar a un kona que dormía, indefenso, pero no podría importarle menos. Su vida se ha perdido. No tiene lugar al que ir, pues resulta que la gente de Merónima está falleciendo, atacada por una plaga a la que no son capaces de ponerle remedio (motivo por el que buscaban un lugar en tierra donde instalarse y mezclarse con la gente).

Sabemos que Zachry sobrevive, porque es quien nos cuenta la historia de forma oral cuando es un viejo, y que llegó a escuchar la antífona de Sonmi. No solo eso, sino que llegó a pensar que Merónima era la reencarnación de esta.


En definitiva, como todas las composiciones musicales y los buenos libros, el final es una respuesta al comienzo. La humanidad ha seguido el peor camino posible y la sociedad ha colapsado, pero al menos existen todavía buenas personas que intentan hacer el bien incluso en plena decadencia y salvajismo. Zachry, ¿quizá como un profeta?, es rescatado por una mujer de color e insiste en promover a una diosa a la que ya nadie reza y llega a adorar a una mujer de color como tal. Pero la fe básicamente ha desaparecido, esa por la que se asesinaron a tantísimas personas, y ahora solo quedan grupos aislados y azotados por culturas agresivas como los kona. 

Si la historia de Adam tocaba el tema de la humanidad y dejar de mirar a otro lado cuando la gente sufre, Zachry debe aprender a confiar en los demás y medir cuánto vale la vida de un enemigo, de una persona individual que está a su disposición. Y falla cruentamente. Su Valle, que no era proselitista, desaparece. Su cultura se pierde.

Poco ha cambiado.

Y, sin embargo…

El mundo y la narración


La verdad es que, a pesar de la especulación que tenemos en las últimas historias, el mundo es bastante creíble y funciona de acuerdo a las ideas que pretende transmitir. Desconozco hasta qué punto pueden haberse tomado libertades en la época de las colonias, por ejemplo, pero diría que la brutalidad y la insistencia en la hipocresía y crueldad de los «amos» podría justificar la ausencia de representación de las culturas indígenas. Al menos trata de una de las más afectadas por otros nativos —cosa que solemos olvidar que pasa en la vida real, como puede ocurrir con la persecución y exterminio de los rohinya—, pero no en mucho detalle. Al menos eso evita errores garrafales… hasta cierto punto. Hay que reconocer que don Mitchell se centra más en el mundo occidental, que es el que quiere criticar. Hasta cuando leemos la historia de Sonmi en Corea, el país apenas tiene caracterización nacional. Podría tratarse perfectamente de cualquier país occidental. No dejo de arquear la ceja ante esto y lamentar que no hubiera una investigación más profunda, pero también entiendo por todos los detalles que se dan que básicamente el planeta es indistinguible en uno u otro punto por puro capitalismo. 

Los personajes no se acercan a zonas contaminadas, de modo que no podemos hablar de «oh, pero es que deberían morirse de inmediato con pústulas abriéndose en explosiones de ácido» y cada civilización actúa más a modo de metáfora que otra cosa. La ciudad de Sonmi se ha creado, punto por punto, para una distopía donde la economía capitalista ha alcanzado extremos absurdamente totalitarios y el valle postapocalíptico de Zachry es una advertencia de la pérdida de la cultura y de lo que ocurriría en un planeta afectado por la radiación. No soy científica, no sé hasta qué punto y durante cuántos siglos una guerra nuclear afectaría a toda la natalidad, pero me parece que los problemas con los bebés que tienen en el valle son suficiente advertencia sobre lo que nos quiere contar el autor. 

Por otro lado, es refrescante ver cómo se va construyendo un futuro con religiones amables gracias a Sonmi, cuyo mensaje acerca de la dignidad y el amor provocó una revolución [R: de la que me encantaría saber más] que dio lugar a la existencia de los Sabios en el tiempo de Zachry, y que todavía provoca que se la venere como una diosa en el Valle. 

Todo se va completando a medida que resolvemos los fragmentos del puzle y, debido a la forma en que se ha escrito esta historia, no puede haber mil detalles porque los lectores casuales que han decidido enfrentarse a esta extraña estructura probablemente abandonarían el intento. Eso sí, hay comentarios, pequeños fragmentitos que hablan de una buena caracterización y que están tan disimulados que uno no se da cuenta hasta una relectura.

Uno de los concept art de la película, que podéis ver aquí.
Además, don Mitchell no otorga punto de vista a una mayoría de mujeres, pero sí tiene muchísimos personajes femeninos que son buenos y malos, brillantes y mediocres, sin idealizar a ninguno y dándoles espacio para tener su propia historia. Fai Ly es una de las principales enemigas de Luisa Rey, en intercambian interesantes opiniones sobre cómo las mujeres deben volverse brutales para moverse en mundos de hombres. En el tiempo de Zachry nos encontramos con un claro matriarcado y a Merónima se la admira como sanadora y sabia, sin importar su sexo o género. Eso por no hablar de que es una mujer de cierta edad que no tiene romance con el protagonista (a pesar de lo que elija poner la película) y que lo salva de una esclavitud segura. Eso por solo mencionar dos casos. 

La inclusión de un hombre gay y su pareja bisexual me hacen dar saltitos, incluso si el segundo puede caer en el depraved bisexual [R: y pederasta] porque su historia deja claro que es un miserable, que está equivocado, pero vemos también por qué llegó a ser así y no se le juzga por sus deseos sexuales ni nada similar, sino por ser una mala persona. Igualmente, los que en otras historias terminarían por ser la pareja hetero porque deben acabar juntos, como Sonmi y su salvador, acaban por no serlo [R: al contrario que en la película] y, mirad, casi nunca he leído a protagonistas ancianos, así que este libro tiene demasiadas cosas maravillosas.

También me sorprende darme cuenta de que la mayoría de los violados son hombres, incluso niños, para darnos un toque de atención sobre que ellos pueden y serán víctimas, aunque el resto del mundo no lo quiera reconocer porque es más fácil fetichizar a chicas

Y tendría que repasarlo, pero juraría no encontrar ningún comentario narrativo sobre tetas y pezones.

Por supuesto, siempre se puede pedir más. Por ejemplo ¿Sonmi no habría sido más interesante si careciera de género? Pero la verdad es que no pido milagros, solo libros decentes como este.

Respecto a la escritura, insisto, no es brillante pero sí que es muy buena. Quitando a Adam y a Zachry, todo se lee con facilidad y una vez nos acostumbramos, aún más. Pero lo mejor es que cada personaje crea una voz totalmente personal, tanto que es muy fácil identificarla con un par de párrafos. Espero que con esto podáis haceros una idea:

El diario del Pacífico de Adam Ewing

Recurro a mi diario como un católico a su confesor. Mis moratones dan testimonio de que las últimas insólitas cinco horas no han sido las alucinaciones de un enfermo, fruto de mi dolencia, sino un suceso real. Voy a describir lo que me ha acontecido hoy, ciñéndome lo más posible a los hechos. (p. 26)

Cartas desde Zedelghem

He tenido una pelotera morrocotuda con V.A. El viejo estaba dictándome un étude en forma de tocata durante la sesión matinal de composición. Me sonaba muchísimo, hasta que reparé en que se traba ¡del estribillo de mi El ángel de Mons! Si Ayrs pensaba que no iba a darme cuenta, se equivocaba de medio a medio. Se lo dije claramente: esta música es mía. (p. 524).

Vidas a medias. El primer misterio de Luisa Rey

Luisa ha leído las cartas de Sixsmith por lo menos diez veces en el último día y medio. La turban muchísimo. Las escribió Robert Frobisher, un amigo de Sixsmith de la época de la universidad, en el verano de 1931, mientras pasaba una larga temporada en un castillo belga. Lo que la incomoda no es la imagen tan poco favorecedora que ofrecen del joven y maleable Rufus Sixsmith, sino la desconcertante vivez de las estampas de lugares y personas que pueblan los renglones. Unas imágenes tan vívidas que casi le parecen recuerdos personales (p. 141).


El tremendo calvario de Timothy Cavendish

El éxito intoxica a los novatos en un abrir y cerrar de ojos. He mandado que me impriman unas tarjetas de visita: Cavendish-Bish, Editores de vanguardia. A ver, pensé, ¿por qué no me dedico a publicar libros en lugar de publicar «un» libro? ¿Por qué no me convierto en el profesional serio que todo el mundo ensalza? (p. 179)

La antífona de Sonmi-451
[R: Aquí pregunta el entrevistador] ¿Nunca se preguntan los sirvientes por el mundo exterior a la cúpula? ¿O es que os creíais que el restaurante era todo el cosmos?
[R: responde Sonmi] Tampoco tenemos una cosmología tan rudimentaria ni una inteligencia tan limitada. Veíamos el Exterior en la Publicidad; Papa Song nos mostraba imágenes de Euforia; y sabíamos que los consumidores y la comida que les servíamos tenían que venir de alguna parte. No obstante, el Jabón mitiga la curiosidad; preferíamos no hacernos muchas preguntas. (p. 220)
El cruce de Sloosha y toda la pesca
Me he cruzado con el Viejo Georgie más veces de las que me apetece recordar, y cuando me muera, vete a saber lo que me hará ese demoño de dientes de serpiente… Venga, dame un cacho cordero y te cuento cómo lo conocí. Pero bien juguicioso, no una suela finústica y achicharrada… (p. 287)

Conclusión


El atlas de las nubes es un libro que se hace de rogar en ocasiones, que, cuando por fin te empiezas a enamorar del personaje, salta y cambia a otro y te quieres tirar por un acantilado. Pero precisamente por eso exige un voto de confianza al lector. Un voto que merece la pena. 

Puede que no sea la literatura de calidad que se recuerde dentro de cien años, pero tiene temas, ideas y personajes que llegan directos al corazón. Se esfuerza por no considerar idiota al lector, porque seamos cómplices de la estructura y del juego de sus personajes, de las sinfonías, de los silencios y de que aun así hay chispitas de luz en medio de una oscuridad más y más grande que se abate sobre el mundo. 

No es una historia que defienda que los humanos debemos desaparecer para que la Tierra vuelva a estar limpia, sino que nos avisa de cómo nos vamos a destrozar a nosotros mismos, tanto física (incluyendo el mundo que habitamos) como mentalmente. Y aun así no podemos encontrar un único culpable. 

Las pequeñas acciones, el valor de sentarnos junto a una persona y entenderla, de hablar de un ascensor sobre el pasado, de apreciar a una persona que es distinta a ti, de cambiar incluso cuando alcanzamos la vejez, de superar tus propios prejuicios… Bien, es una gotita. Pero si todos nos esforzáramos, terminaríamos por crear un océano. 

Y ese es el mensaje con el que cierra el libro: 

Ya me parece oír la reacción de mi suegro…
—Ah, estupendo, Adam… ¡Sentimientos liberales! ¡Pero a mí no me vengas con monsergas de justicia! ¡Vete a Tennessee montado en un pollino y ponte a convencer a esos palurdos sudistas de que en realidad son negros pintados de blanco y de que sus esclavos son blancos pintados de negro! ¡Vete a Europa y ponte a decirles que los derechos de los esclavos del imperio son tan inalienables como los de la reina de Bélgica! ¡Ah, terminarás pobre, canoso y ronco en las reuniones del partido! ¡Te escupirán, te dispararán, te lincharán, te aplacarán con medallitas y los paletos te despreciarán! ¡Te crucificarán! Ingenuo y soñador Adam… Quienes osan desafiar a esa hidra de cien cabezas que es la naturaleza humana terminan pagándolo con espantosos sufrimientos, ¡y su familia también! ¡Y cuando exhales el último suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una minúscula gota en un océano infinito!
Y sin embargo, ¿qué es un océano sino una multitud de gotas?

Todos contamos.

Nunca es tarde.

Unas últimas recomendaciones


Os voy a dejar dos vídeos que tratan temas interesantes acercade El atlas de las nubes. Bien cierto es que se centran sobre todo en la película, pero la venden de maravilla. En especial os recomiendo el vídeo de Like stories of old, que siempre me hace llorar con el trabajo que hace con la música y edición de todos sus trabajos. 


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