Título: El atlas de las nubes
Autor: David Mitchell
Sinopsis: ¿Puede el amor, el poder del bien incluso en la adversidad, perdurar más allá de la vida que conocemos y prolongarse a través de siglos y lugares? Seis vidas se entrecruzan aquí de forma inesperada a fin de dibujar un mundo, profético y extraño a la vez, en el que la historia se puede reescribir. Los seis protagonistas de la novela, ajenos a la trascendencia de sus acciones, tienen un papel mucho más relevante en la posteridad de lo que pueden imaginar, en escenarios tan disímiles como un viaje por la Polinesia a bordo de un galeón en el sigloXIX, la California de los años sesenta, o una isla en un futuro postapocalíptico. Todos ellos comparten un destino común, el afán de poder que se sucede una civilización tras otra, y la búsqueda del amor como salvación. David Mitchell construye una aventura épica en la que no sólo todo está conectado, sino en la que también los gestos individuales pueden llegar a ser el germen de grandes revoluciones.
Editorial: Duomo
Número de Páginas: 599
¡Bienvenidos
a la Mazmorra! Soy Rika y vengo a presentaros un análisis de una obra que me
encanta.
El atlas de las nubes entra dentro de
esa extraña categoría de libros que resultan poco comerciales, pero que tienen
suerte y logran alcanzar cierto estrellato. Lo he visto recomendado en muchas
de esas listas de «cien libros que deberías leer» y, la verdad, siempre me hace
feliz encontrar su nombre. Además, en su día las hermanas Wachowski [R: cómo
odio escribir este apellido] lo llevaron a la gran pantalla, lo cual ayuda a
que la gente se interese por el título. Lo cierto es que se trata de una
película muy entretenida, con cambios comprensibles y necesarios para una
adaptación, y una banda sonora que te rompe el corazón y lo tritura muy
despacito. Así que si os queda alguna duda… Mirad la película y luego venid al
libro.
Es un libro
que, por cierto, exige un esfuerzo por parte del lector. El atlas desarrolla seis historias conectadas entre sí a lo largo
de distintas épocas, cada una de las cuales ocupa alrededor de cien páginas. El
quid de la cuestión radica en que las historias se dividen de una
forma…particular. Todas, menos la última, se organizan así: tenemos la primera
historia y, al llegar a la mitad, comienza la segunda. Y así una y otra vez
hasta alcanzar la sexta, que es la única completa. Después de terminar la
sexta, encontramos la segunda mitad de la quinta, luego de la cuarta… Y
cerramos con el final de la primera, creando un círculo perfecto.
Se trata de
una estructura cíclica intencional, que viene que ni pintada a la idea de
reencarnación, de repetición de errores y temas conectados que influyen a la
gente que nacerá en el futuro.
Los cliffhangers, por supuesto, son
molestos, incómodos, y dan ganas de saltarse todas las historias para tener una
lectura «normal», pero la gracia es aguantar y ver por qué el autor eligió
precisamente un formato que podía hacerle perder lectores.
Cada
historia imita un tipo de escritura típica de distintas épocas. Tenemos un
diario de viajes del siglo XIX, una novela epistolar, otra policíaca con estilo
muy ligero, una autobiografía cómica, una entrevista futurista y una narración
en voz alta de un anciano que cuenta su historia a un grupo de jóvenes. Cada una emplea un estilo completamente diferente de otro que permite que cada personaje tenga
una voz característica, propia y distintiva. Por fuerza, alguna os gustará más
que otra [R: yo me decanto por las cartas y por la entrevista. En este último
caso no porque sea lo más realista del mundo, sino por la personalidad de la
narradora. Tiene mis dieces de bruja] y casi sin duda gruñirá un poco al llegar
a la sexta, ya que se encuentra en un futuro distante donde el idioma se ha
resentido mucho. El trabajo del
traductor (Víctor V. Úbeda) para que, aun así, el texto resulte legible es
extraordinario.
Sin entrar
en spoilers, creo que lo más interesante del libro es que todas las ideas que
se critican resuenan con nuestra época. El racismo, el robo intelectual de
ideas, el peligro nuclear, el asumir que los ancianos no sirven para nada, el
creciente control del capitalismo sobre nuestras vidas y el miedo a lo que la
tecnología (mal empleada) puede causar en nuestro planeta son temas del día a día
y surcan esta historia de forma constante. Los personajes envueltos en estos
temas, por suerte, son fruto de su época y podemos encontrarnos con actitudes
que resultan contradictorias o deleznables, pero por eso mismo se permite que
haya cierto cambio y evolución en su forma de pensar y de actuar. La hipocresía
se puede curar. Por eso los protagonistas no son ideales.
Lo más
fascinante es que don Mitchell no tiene una buena opinión de la especie humana
en su conjunto y eso se ve con los saltos temporales. Los humanos se dirigen
solitos a su propia extinción. Pero, aun así, los personajes luchan por aquello
en lo que creen y muestran que la individualidad es importante dentro del contexto social. Casi tanto como
la capacidad de una sociedad de quererse u odiarse a sí misma. Por eso, a pesar
de los mensajes de advertencia, que no calarían tanto si no viéramos que con
cada historia, cada cambio, cada acto cometido por un personaje influencia a
otro del futuro. Puede que solo ayudes a una persona, o puede que cambies una
sociedad entera, pero nada es inútil. Los pecados, los asesinatos y las heridas
también influencian a gente en el futuro, desde luego, y por eso la historia
invita un poco a reflexionar sobre por qué hacemos lo que hacemos.
La prosa de
don Mitchell en general es sencilla y muy llevadera. Quitando la primera
historia —que adopta un tono más recargado para imitar a nuestro protagonista
decimonónico— y la última, son todas muy agradables al ojo y en general son
bastantes fluidas. Ya entraré en detalles en la parte del análisis, pero lo
cierto es que al ser narraciones divididas, da la sensación de que no estemos
ante un tocho y que se termina bastante rápido.
Además, don
Mitchell incluye muchos personajes femeninos con un respeto que me hace dar
palmas. El tema del feminismo está bien llevado, sin resultar un panfleto, y
los personajes hablan por sí mismos. Al contrario que en la película, donde la
dependencia de una de las chicas por su salvador se vuelve no solo física sino
emocional, en este libro los personajes femeninos tienen su propia agencia. Si
a la periodista la tienen que salvar de un tiroteo es porque no tiene un arma,
pero sobrevive por sí sola a persecuciones e intentos de asesinato, y cumple su
objetivo moral. Lo mismo ocurre con Sonmi en el futuro distópico de Corea: su
historia comienza literalmente como una impuesta
Born Sexy Yesterday —con la excepción de que nunca es un objeto de deseo.
Simplemente es un objeto— y se desarrolla junto a otros esclavos masculinos, cosa que nunca aparece en la
película y siempre me chirriará muchísimo.
Trama y personajes
Las tramas
de cada historia son bastante sencillas para poder desarrollarse en un espacio
limitado, pero no por ello dejan de ser muy personales. Son pequeños Viajes del
Héroe que solo en una ocasión tienen repercusiones a gran escala como tal.
Recuerdan, en ese aspecto, un poco a Hyperion,
pero el planteamiento no podría ser más distinto.
Diario del Pacífico
El centro
de la historia de Adam Ewing [R: vaya, vaya, el primero de todos, qué nombre
más apropiado] se enfoca en la esclavitud. Después de una visita a Nueva
Zelanda y de ayudar, un poco a regañadientes, a escapar a un esclavo moriori,
Autua, Adam se encuentra cada vez más y más débil mientras emprende el viaje de
vuelta a Estados Unidos. El doctor que los acompaña, Goose, lo ha convencido de
que está infectado por un extraño gusano parásito que devora su cerebro… Cuando
en realidad trata de asesinarlo con el objetivo de hacerse con sus riquezas.
Adam es un
hombre temeroso de Dios, puro hipócrita que aparta la vista de los sufrimientos
de los esclavos, de las situaciones extremas ante las que se encuentra. Su
esnobismo le permite mirar por encima del hombro a los marinos con los que
viaja, incluidos los españoles que se unen al barco. Al considerar a estos
últimos sentimentales y exóticos, es incapaz de ver la situación que se da con
la violación del más joven de todos, que acude a pedirle consejo espiritual —no
sé por qué haría eso un católico con un protestante, pero bueno—.
Hablando en
plata: si acaba por salvar a Autua es más porque este prefiere morir por su
mano a que lo eliminen los marineros y Adam no pretende llegar tan lejos. ¡Cómo
va a matar él a nadie!
La fe y la
moralidad de Adam se ponen a prueba innumerables veces. Pasa de civilización en
civilización destruida por los ingleses (o los holandeses) y contempla el
maltrato de los esclavos con cierta lástima, pero sin mojarse. Su diario a
menudo deja implícito que no quiere seguir hablando de un tema porque le despierta
preguntas incómodas sobre su propia forma de ser. Hay que tener en cuenta que
Adam viene de Estados Unidos, un país que se cree muy adelantado, pero que
sigue teniendo esclavos y promueve el maltrato de la misma forma que sus
parientes europeos. Así que Adam prefiere no opinar sobre la imposición de la
religión como excusa para esclavizar a gente, ni tampoco le da muchas vueltas a
la vida de los mestizos. Acepta más o menos las ideas de que las razas
no-blancas son inferiores y perezosas, a pesar de haber escuchado la historia
de Autua y comprobar más tarde que es tan buen marinero como cualquier otro. En
la película, cuando van a disparar a Autua mientras este intenta demostrar sus
habilidades; en el libro no se elabora tal escena, así que Adam puede
permitirse ser neutral todo el tiempo posible.
Por todo
esto, su crecimiento como personaje es muy lento, casi inexistente, aunque
diría que en parte es la ilusión que provoca un formato como un diario, donde
uno no tiene por qué ser sincero.
Al final,
Adam sobrevive al intento de asesinato gracias a Autua y su última entrada de
diario es una bella reflexión sobre una persona privilegiada que se encuentra
con que no puede seguir obviando la realidad. Ha estado a punto de morir, ha
confiado en un blanco simplemente porque decía que era un doctor, y jamás
habría sido capaz de despedirse de su familia porque sin duda los marineros no
se habrían hecho cargo de sus cosas. Su conciencia le impide seguir viviendo en el sur con sus negocios, por lo que jura abrazar la causa abolicionista.
Cartas desde Zedelghem
Robert
Frobisher es un niño rico, rebelde, bisexual, romántico y genio de la música.
Cargado de deudas, se dirige a Bélgica para ser el amanuense de un famoso
músico aquejado por la enfermedad y la edad. Cuenta, con una prosa ágil, algo
recargada pero fluida y llena de personalidad, sus aventuras a su amante
Sixmith —al que también explota un poquito económicamente— y mucho, mucho morro.
Es decir, está dispuesto a comerse el mundo.
La verdad
es que Robert no tiene evolución porque su historia es un claro descenso.
Arrogante, cínico, trata a la gente como trapos si no funcionan de acuerdo a su
gusto. Se acuesta con la esposa de su maestro pero no quiere «dramas
sentimentales»; cuando cree que la hija de estos se interesa por él va detrás
suya a pesar de que no es más que una niña y, para colmo, no duda en descargar
todas sus aventuras sobre su amante Sixsmith, a pesar del daño que esto debe
hacerle. Al final, cuando se da cuenta de que nunca se le va a reconocer
musicalmente y cuando no es capaz de tragarse su orgullo, escapa…
Y se
suicida.
La historia de Robert, con todo, es una de las
más fascinantes por su tragedia. Robert es despectivo, malévolo en ocasiones,
pero tiene cierto carisma y encanto que se reflejan lo suficiente bien para que
podamos ver por qué es tan dolorosamente egocéntrico. Con cada paso, con cada mentira, situación divertida, momento en
que Robert debe tragarse el orgullo porque no, no es nadie tan importante, se
está trenzando un tapiz de autodestrucción. ¿Te acuestas con la esposa de tu
patrón? Bueno, este lo sabe y lo permite… Hasta que le das por saco. ¿Crees que
la niña a la que insultabas se ha enamorado tras dos conversaciones de ti? Es
tu imaginación, eso solo pasa en los cuentos, pero por supuesto nos han
enseñado que las cosas funcionan así. ¿Crees que tu música es lo más? Es
posible que sí… Pero la sociedad es como es y has estado, cegado por tu
inocencia y tu orgullo, cediendo tu trabajo sin imponer tu nombre. Todos hemos
querido dedicarnos por completo a algo, dándole la espalda al mundo, pero también hemos
aspirado a que se nos reconozca con
ello.
Robert es
cruel, pero muy humano y es difícil no empatizar con lo sincero que es sobre
todas sus opiniones y acciones, por mucho que choquen con nuestra moral. Para
colmo, es un romántico, alguien que quiere verse a sí mismo como una historia,
como una canción. En sus palabras; una vez ha escrito El atlas de las nubes, su vida ya no vive nada. Es mejor morirse
mientras se siente completo antes de que la vida lo alcance de nuevo.
Y aunque
sabe que provocará dolor a Sixsmith… No es el protagonista de su historia. Ni
siquiera es su pareja oficial. Ha sido su confidente, su prestamista, su
amante, su amigo…
Pero no su
musa. No tiene que atarse a él.
Robert vive
huyendo desde el primer hasta el último momento. Su pragmatismo se vio ahogado
por su deseo de escapismo, de ser reconocido en esa sociedad puritana y
grandilocuente que jamás lo apreciaría, aplastado por la sombra de su hermano
mayor muerto. Su forma de rechazar la sociedad (a la vez que aspira a formar
parte de ella para que todos se arrodillen ante él) es fruto de un trauma y un
profundo sentido de inferioridad que se difumina bastante en sus cartas. Solo
nos damos cuenta de ello cuando habla de su hermano o cuando pensamos en sus
acciones y borramos lo florido de sus cartas.
El misterio de Luisa Rey
La historia
de Luisa es relativamente habitual en el cine y las novelas, solo que nos trae
agradables sorpresitas en temas de género. Luisa es reportera de una revista de
mala categoría, que sueña por investigar temas reales y seguir los pasos de su
padre, que fue un famoso periodista… Pero intentando esquivar su sombra, motivo
por el que evita ciertas áreas que inevitablemente la ligarían a su padre por
su apellido. La oportunidad de su vida llega cuando, en un apagón, queda
encerrada con Rufus Sixsmith en un ascensor durante unas cuantas horas. Rufus
está desesperado porque ha descubierto que la planta nuclear que le tocaba
examinar tiene unos importantes fallos de seguridad que podrían degenerar en
una catástrofe.
Así pues,
para empezar, tenemos la historia de costumbre pero con los papeles invertidos.
Para que sepáis a qué me refiero se me ocurre, por ejemplo, la reciente
película de Venom. Aquí una
científica que acaba muriendo (sí, suframos por Rufus, que corre el mismo
destino) porque tiene moralidad, decide denunciar los experimentos que se
realizan por el malévolo empresario de turno. ¿A quién se lo cuenta? Al
periodista venido a menos que, casualmente, es nuestro protagonista: Eddie. La
situación de esta novela es exactamente la misma, solo que un anciano pide
auxilio a una periodista de una revistucha porque reconoce que es hija de un
gran reportero y que ella está dispuesta a arriesgar su vida si merece la pena.
Este
pastiche concreto narra en una tercera persona del presente que salta entre
numerosos personajes. Sin apenas descripciones, basándose sobre todo en el
diálogo rápido para caracterizar a los personajes, es fácil perderse entre
escena y escena. Diría que el mayor problema de El misterio de Luisa Rey, es que Luisa no tiene tanto peso como el
resto de los protagonistas. Las decisiones de los otros personajes tienen mucho
que ver en que consiga salir viva del casi thriller en el que acaba metida,
donde los miembros de la compañía quieren verla muerta mientras se enfrentan
unos a otros. A su vez, Luisa debe lidiar con sus dramas familiares, porque no
solo tiene un padre muerto cuya sombra parece incapaz de superar, sino que su
madre está empeñada que se case. Es una pena que nunca profundicemos este aspecto,
de Luisa como mujer independiente y madura, pero con mano para los niños —una
de las relaciones más adorables es la que tiene con su vecino Javier, de diez
años. Siempre le deja la ventana abierta, porque se cuela por ella para huir de
los novios abusivos de su madre… o simplemente para que alguien le dé de
comer—, que acaba investigando un asunto terrible con la esperanza de destapar
algo que afectaría a demasiadas personas. Y eso da mucho miedo.
Luisa se
habría beneficiado, desde luego, de una primera persona o de la ausencia de
otros narradores… Porque el misterio que da título a la historia no es tal cuando
podemos asomarnos a todos los personajes para averiguar qué y cómo va a pasar.
Aun así,
esta historia es un abanico de buenas y malas elecciones. Tenemos una enorme
variedad cultural establecida en California, con personajes no necesariamente «blancos»,
y dilemas morales hasta hartarnos. Nos asomamos al terror que da denunciar a
una empresa multinacional que saldrá adelante incluso si se descubre algo como
su maldita planta nuclear, porque las cucarachas nunca mueren, y vemos cómo las
buenas personas pueden acabar pagando con sus vidas por hacer lo correcto. Pero
también tenemos grupos ecologistas pintados como lo que son, gente valiente y
dispuesta a proteger, así como unos cuantos comentarios sociales interesantes
sobre la inmigración, el maltrato y, por supuesto, el control sobre la prensa.
Que haya tantos personajes y sus pequeños actos permitan que Luisa logre su
objetivo redunda, además, en la idea de que cada uno de nosotros cuenta, por lo
que podríamos decir que es una de las historias más cercanas al corazón, al
mensaje de la novela.
Sobre la
conexión con el resto de protagonistas, Luisa acaba leyendo las cartas que
Frobisher escribió a Sixsmith, además de escuchando su precioso sexteto, una
pieza de arte apenas conocida.
Además,
decide escribir una novela sobre sus aventuras. Una novela que envía a…
El tremendo calvario de Timothy Cavendish
La historia
de Timothy Cavendish es realmente un calvario recubierto por comedia para que
podamos tragarlo con más facilidad. Nuestro protagonista, un anciano con
muchas, muchas energías y mucho morro, es la pesadilla de muchos escritores: un
aprovechado venido a menos que nunca ha tenido un éxito en la vida, cargado de
deudas y que en su egoísmo y arrogancia ha terminado por quedarse solo excepto
por su secretaria [R: me hubiera encantado ver más de esa mujer, capaz de
enfrentarse a matones que la superan en número y tamaño por mucho].
Así pues,
como es un energúmeno, no tiene remilgos en aprovecharse de que su cliente,
autor de la autobiografía Sándwich de
Nudillos, asesina a un crítico literario [R: jeje, glups]. Y con aprovechar me refiero a
frotarse las manos y aprovechar para vender.
¡Es un asesinato, evidentemente, porque somos así, todos van a querer leer la
historia de este asesino, por mala que sea! ¡Y, por favor, ha matado a un
crítico, es posible que hasta nos haya
hecho un favor! Más contento que unas castañuelas, Cavendish empieza a
liquidar deudas, a tener una vida más o menos decente y hasta se plantea
escribir su propio libro…
Al menos
hasta que los hermanos de su querido autor vienen a prometerle que o les da una
barbaridad de dinero, o acabará en el cementerio. Cavendish decide huir,
después de intentar arañar todas sus relaciones, a un «hotel» que le recomienda
su hermano. Solo que este hotel es, en realidad, una residencia de ancianos. La
broma —fruto del odio de dicho hermano porque al parecer Timothy tuvo más de
una aventura con su esposa— rápidamente se troca en pesadilla cuando dicho
pariente fallece y, por tanto, no queda nadie para sacarlo de ahí. Porque, a
ver Cavendish, tu experiencia vital debería haberte enseñado que hay que leer
un documento antes de firmarlo y ceder tus derechos.
Por
supuesto, el drama de todo esto es que los ancianos están incomunicados,
sometidos, y, en general, no tienen parientes que se preocupen por ellos. Es
una situación horrible, donde ves cómo se amoldan a la vida que les han
impuesto. Tratados como niños, incapaces de cuidarse por sí mismos, no les
queda otro remedio que aguardar a lo inevitable.
¿O quizá
no? La historia de Cavendish enfatiza mucho
la infantilidad de los ancianos; tienen broncas como cualquier niño, en
particular el grupo que se forma para intentar escapar, son tercos y
orgullosos… Pero precisamente por eso demuestran tener voluntad para seguir
viviendo, para continuar con proyectos. En vez de apoltronarse a la espera de
que llegue la muerte, insisten en escapar de ese infierno aunque tengan que
«quebrar la ley» para lograrlo. Cavendish no tiene otro remedio que admitir que
siempre ha estado solo, que tener amigos es maravilloso y que se puede cambiar para ser mejor sin
importar la edad.
Además, Cavendish
reconoce que el libro de Luisa —que resulta estar escrito por un hombre. Nunca
he terminado de entender esto—, que es de las pocas cosas que se llevó consigo
en su precipitada huida, tiene cierto futuro… Cosa que no se había planteado
con su absurdo esnobismo.
Con el tono
de la narración, que el propio Timothy suaviza con amargas quejas, con ironías
y humor, logramos así superar la ansiedad de lo que debe ser vivir encerrado en
un lugar donde se abusa constantemente de los ancianos, y se reflexiona sobre
su lugar en el mundo. Algo que deberíamos hacer cuando tenemos el ascenso del
neonazismo en muchos países, y que consideran que los que «no aportan nada para
la sociedad» deberían, no sé, caerse muertos y no tener ayudas de ninguna
clase.
¡Son
viejos, a quiénes les importan!
Pues bueno,
a sí mismos. A pesar de los intentos de la sociedad por darles la espalda,
Timothy y sus compañeros logran salir adelante y hasta se hace una película del
libro que Timothy escribe sobre sus experiencias, y que en el futuro será la
historia que más marque a un personaje muy especial…
La antífona de Sonmi 451
Hay muchas
historias de distopías, en especial gracias al boom de la última década. Unas
son mejores y la mayoría tienen el cartelito de distopía pero no funcionan como tal. La antífona de Somni no pretende destacar entre las demás,
ni denunciar nada que no podamos prever… Porque, bueno, precisamente resulta
que una distopía es previsible y se alimenta de ideas actuales que explota
hasta extremos terroríficos para advertirnos de nuestro futuro. Así, El cuento de la criada advierte sobre la
cosificación y neutralización de las mujeres, por ejemplo.
En este
caso, La antífona es una crítica
constante del capitalismo, que ha devorado a la sociedad y llegado a extremos
en los que la actualidad parece un mundo ideal. El consumo, por ejemplo, es obligatorio entre los ciudadanos de
Nea So Copros, y los ciudadanos tienen un implante que les permite gastar o
ganar dinero como una tarjeta bancaria. Este implante se denomina Alma. Podríamos hablar de las metáforas
que esto implica, pero creo que es evidente y no muy sutil. Más interesante es
que los fabricados, como Sonmi, no poseen Alma.
Es decir, incluso si llegaran a escapar de los lugares donde trabajan desde que
nacen hasta que mueren —y son pocos años, ya que todos son reciclados al cabo
de una década, más o menos—, no solo los localizarían con el collar que llevan
implantados en el cuello, sino que no tendrían medios para vivir. Es decir, no
tienen Alma porque no poseen dinero. Hermoso, ¿eh?
Sonmi está
destinada a ser una camarera más, entre cientos de miles, de un restaurante
equivalente a un McDonalds o un Burger King, pero coreanos, hasta que su
compañera Yoona le muestra lo que es tener un secreto. Le muestra cosas que han
dejado los clientes, como cuentos, objetos personales o una película de cierto
anciano recluido contra su voluntad en una residencia. Poco a poco, ambas van
desarrollando vocabulario, se hacen preguntas sobre el destino que las aguarda
tras años de servidumbre (la Isla Euforia) y empiezan a mostrarse incómodas con
su mundo.
Yoona trata
de escapar. Desgraciadamente, muere en el intento. Sonmi tiene más suerte. La
eligen como sustituta de Yoona para el supuesto experimento de un estudiante
universitario que estudia a los fabricados como ella, pero que en realidad está
más interesado en beber y drogarse hasta el desmayo. Sonmi conoce a otros
fabricados, pero es única porque ninguno ha «ascendido» tanto como ella gracias
a la ausencia de ciertas drogas que han dejado de suprimir su inteligencia. Aprende en la
universidad, ve el mundo de los fabricados y termina huyendo con un miembro de
la resistencia que pretende destruir la Unanimidad que controla Nea So Copros
con la ayuda de los fabricados. Así Sonmi ve la cara más negra de la sociedad,
con los fabricados arrojados a la basura o por puentes cuando no son
necesarios, la vida de aquellos que están cerca de las zonas contaminadas, y…
el destino que aguarda a los fabricados, que solo pueden consumir una sustancia
llamada «jabón».
La
revelación del canibalismo habla por sí sola de los extremos del capitalismo,
así como la decisión de Sonmi de lanzar unas proclamas al mundo que,
aparentemente, no servirán de nada… Pero, como bien sabe ella, cuanto más se
intenta ocultar y prohibir algo, más ávidamente lo consumirá la gente —como
ocurría con los libros comunistas en la España franquista, por ejemplo—.
Lo más
interesante de Sonmi es que es un personaje que, en otras circunstancias, sería
un estereotipo de chica Born Sexy
Yestardary, como peca un poco en la película. Sin embargo, don Mitchell
evade este problema porque Sonmi está siendo entrevistada por un historiador
antes de que sea ejecutada, una vez toda su historia ha llegado a su final. Su
prosa es fluida; su vocabulario, extenso y culto. Es su visión actual la que
tiñe todos sus recuerdos, amargos aunque claros e inteligentes, así que ella siempre tiene el control de la
narración. Al fin y al cabo, su entrevista es como su testamento.
El cruce de Sloosha
Zachry es
el protagonista de la última historia. Joven, casi adolescente, habitante de un
valle donde se adora a la diosa Sonmi, los lugareños están convencidos de que,
al morir, las almas vuelven al cuerpo de un niño que nazca en el lugar… A menos
que esta quede «empedrada» a base de pecados. Zachry sabe que es uno de estos
malditos porque es un cobarde. Veréis, cuando era joven, su hermano Adam fue
secuestrado y llevado con los kona, una tribu especialmente virulenta, y Zachry
se quedó a escondidas sin hacer nada. Desde entonces, no deja de sufrir por sus
recuerdos y su condición de cobarde.
No creo que sea casualidad que su hermano se
llamara así; conecta con la primera historia, establece un paralelismo con Caín
y Abel con la «traición» y hay un pequeño mensaje sobre cómo la inocencia y la
búsqueda de justicia ya no caben en este mundo.
El mundo de
Zachry es el que hay tras el apocalipsis. La mayoría de los niños mueren al
nacer por deformaciones variadas, incluido su propio hijo, que tuvo cuando no
era más que un adolescente. La civilización se ha desplomado, con la excepción
de ciertos sabios que vienen en «barcos voladores» y que son los últimos
atisbos de tecnología avanzada. Una de sus mujeres, Merónima, que es mucho
mayor de lo que aparenta, decide vivir entre ellos. Zachry desconfía de
inmediato de ella, convencido de que está espiándoles para apropiarse de su
tierra… Pero cuando la hermana pequeña de Zachry está a punto de morir por una
picadura venenosa, suplica a Merónima que la salve. Ella accede. A cambio,
Zachry debe acompañarla a un antiquísimo observatorio.
Después,
unidos por el viaje, Zachry y Merónima abandonan el Valle para participar en un
intercambio anual con otros clanes. Por desgracia, los kona atacan, matan a
casi todo el mundo y si Zachry evita una vida de esclavitud es porque Merónima
acude a su rescate. No queda hogar al que volver. Zachry termina de empedrar su
alma al asesinar a un kona que dormía, indefenso, pero no podría importarle
menos. Su vida se ha perdido. No tiene lugar al que ir, pues resulta que la
gente de Merónima está falleciendo, atacada por una plaga a la que no son
capaces de ponerle remedio (motivo por el que buscaban un lugar en tierra donde
instalarse y mezclarse con la gente).
Sabemos que
Zachry sobrevive, porque es quien nos cuenta la historia de forma oral cuando
es un viejo, y que llegó a escuchar la antífona de Sonmi. No solo eso, sino que
llegó a pensar que Merónima era la reencarnación de esta.
En definitiva,
como todas las composiciones musicales y los buenos libros, el final es una
respuesta al comienzo. La humanidad ha seguido el peor camino posible y la
sociedad ha colapsado, pero al menos existen todavía buenas personas que intentan hacer el bien incluso en
plena decadencia y salvajismo. Zachry, ¿quizá como un profeta?, es rescatado
por una mujer de color e insiste en promover a una diosa a la que ya nadie reza
y llega a adorar a una mujer de color como tal. Pero la fe básicamente ha
desaparecido, esa por la que se asesinaron a tantísimas personas, y ahora solo
quedan grupos aislados y azotados por culturas agresivas como los kona.
Si la
historia de Adam tocaba el tema de la humanidad y dejar de mirar a otro lado
cuando la gente sufre, Zachry debe aprender a confiar en los demás y medir
cuánto vale la vida de un enemigo, de una persona individual que está a su
disposición. Y falla cruentamente. Su Valle, que no era proselitista,
desaparece. Su cultura se pierde.
Poco ha
cambiado.
Y, sin
embargo…
El mundo y la narración
La verdad
es que, a pesar de la especulación que tenemos en las últimas historias, el
mundo es bastante creíble y funciona de acuerdo a las ideas que pretende
transmitir. Desconozco hasta qué punto pueden haberse tomado libertades en la
época de las colonias, por ejemplo, pero diría que la brutalidad y la
insistencia en la hipocresía y crueldad de los «amos» podría justificar la
ausencia de representación de las culturas indígenas. Al menos trata de una de
las más afectadas por otros nativos —cosa que solemos olvidar que pasa en la
vida real, como puede ocurrir con la persecución y exterminio de los rohinya—,
pero no en mucho detalle. Al menos eso evita errores garrafales… hasta cierto
punto. Hay que reconocer que don Mitchell se centra más en el mundo occidental,
que es el que quiere criticar. Hasta cuando leemos la historia de Sonmi en
Corea, el país apenas tiene caracterización nacional. Podría tratarse
perfectamente de cualquier país occidental. No dejo de arquear la ceja ante
esto y lamentar que no hubiera una investigación más profunda, pero también
entiendo por todos los detalles que se dan que básicamente el planeta es
indistinguible en uno u otro punto por puro capitalismo.
Los
personajes no se acercan a zonas contaminadas, de modo que no podemos hablar de
«oh, pero es que deberían morirse de inmediato con pústulas abriéndose en
explosiones de ácido» y cada civilización actúa más a modo de metáfora que otra
cosa. La ciudad de Sonmi se ha creado, punto por punto, para una distopía donde
la economía capitalista ha alcanzado extremos absurdamente totalitarios y el
valle postapocalíptico de Zachry es una advertencia de la pérdida de la cultura
y de lo que ocurriría en un planeta afectado por la radiación. No soy
científica, no sé hasta qué punto y durante cuántos siglos una guerra nuclear
afectaría a toda la natalidad, pero me parece que los problemas con los bebés
que tienen en el valle son suficiente advertencia sobre lo que nos quiere
contar el autor.
Por otro
lado, es refrescante ver cómo se va construyendo un futuro con religiones
amables gracias a Sonmi, cuyo mensaje acerca de la dignidad y el amor provocó
una revolución [R: de la que me encantaría saber más] que dio lugar a la
existencia de los Sabios en el tiempo de Zachry, y que todavía provoca que se
la venere como una diosa en el Valle.
Todo se va
completando a medida que resolvemos los fragmentos del puzle y, debido a la
forma en que se ha escrito esta historia, no puede haber mil detalles porque
los lectores casuales que han decidido enfrentarse a esta extraña estructura
probablemente abandonarían el intento. Eso sí, hay comentarios, pequeños
fragmentitos que hablan de una buena caracterización y que están tan
disimulados que uno no se da cuenta hasta una relectura.
Uno de los concept art de la película, que podéis ver aquí. |
Además, don
Mitchell no otorga punto de vista a una mayoría de mujeres, pero sí tiene
muchísimos personajes femeninos que son buenos y malos, brillantes y mediocres,
sin idealizar a ninguno y dándoles espacio para tener su propia
historia. Fai Ly es una de las principales enemigas de Luisa Rey, en
intercambian interesantes opiniones sobre cómo las mujeres deben volverse
brutales para moverse en mundos de hombres. En el tiempo de Zachry nos
encontramos con un claro matriarcado y a Merónima se la admira como sanadora y
sabia, sin importar su sexo o género. Eso por no hablar de que es una mujer de
cierta edad que no tiene romance con
el protagonista (a pesar de lo que elija poner la película) y que lo salva de
una esclavitud segura. Eso por solo mencionar dos casos.
La
inclusión de un hombre gay y su pareja bisexual me hacen dar saltitos, incluso
si el segundo puede caer en el depraved bisexual [R: y pederasta] porque su
historia deja claro que es un miserable, que está equivocado, pero vemos
también por qué llegó a ser así y no se le juzga por sus deseos sexuales ni
nada similar, sino por ser una mala
persona. Igualmente, los que en otras historias terminarían por ser la
pareja hetero porque deben acabar
juntos, como Sonmi y su salvador, acaban por no serlo [R: al contrario que en
la película] y, mirad, casi nunca he leído a protagonistas ancianos, así que
este libro tiene demasiadas cosas maravillosas.
También me
sorprende darme cuenta de que la mayoría de los violados son hombres, incluso
niños, para darnos un toque de atención sobre que ellos pueden y serán víctimas, aunque el resto del mundo no lo
quiera reconocer porque es más fácil fetichizar a chicas.
Y tendría
que repasarlo, pero juraría no encontrar ningún comentario narrativo sobre
tetas y pezones.
Por
supuesto, siempre se puede pedir más. Por ejemplo ¿Sonmi no habría sido más interesante si careciera de género? Pero la verdad es que no pido milagros, solo libros
decentes como este.
Respecto a
la escritura, insisto, no es brillante
pero sí que es muy buena. Quitando a Adam y a Zachry, todo se lee con facilidad
y una vez nos acostumbramos, aún más. Pero lo mejor es que cada personaje crea
una voz totalmente personal, tanto que es muy fácil identificarla con un par de
párrafos. Espero que con esto podáis haceros una idea:
El diario del Pacífico de Adam Ewing
Recurro a mi diario como un católico a su confesor. Mis moratones dan testimonio de que las últimas insólitas cinco horas no han sido las alucinaciones de un enfermo, fruto de mi dolencia, sino un suceso real. Voy a describir lo que me ha acontecido hoy, ciñéndome lo más posible a los hechos. (p. 26)
Cartas desde Zedelghem
He tenido una pelotera morrocotuda con V.A. El viejo estaba dictándome un étude en forma de tocata durante la sesión matinal de composición. Me sonaba muchísimo, hasta que reparé en que se traba ¡del estribillo de mi El ángel de Mons! Si Ayrs pensaba que no iba a darme cuenta, se equivocaba de medio a medio. Se lo dije claramente: esta música es mía. (p. 524).
Vidas a medias. El primer misterio de Luisa
Rey
Luisa ha leído las cartas de Sixsmith por lo menos diez veces en el último día y medio. La turban muchísimo. Las escribió Robert Frobisher, un amigo de Sixsmith de la época de la universidad, en el verano de 1931, mientras pasaba una larga temporada en un castillo belga. Lo que la incomoda no es la imagen tan poco favorecedora que ofrecen del joven y maleable Rufus Sixsmith, sino la desconcertante vivez de las estampas de lugares y personas que pueblan los renglones. Unas imágenes tan vívidas que casi le parecen recuerdos personales (p. 141).
El tremendo calvario de Timothy Cavendish
El éxito intoxica a los novatos en un abrir y cerrar de ojos. He mandado que me impriman unas tarjetas de visita: Cavendish-Bish, Editores de vanguardia. A ver, pensé, ¿por qué no me dedico a publicar libros en lugar de publicar «un» libro? ¿Por qué no me convierto en el profesional serio que todo el mundo ensalza? (p. 179)
La antífona de Sonmi-451
[R: Aquí pregunta el entrevistador] ¿Nunca se preguntan los sirvientes por el mundo exterior a la cúpula? ¿O es que os creíais que el restaurante era todo el cosmos?[R: responde Sonmi] Tampoco tenemos una cosmología tan rudimentaria ni una inteligencia tan limitada. Veíamos el Exterior en la Publicidad; Papa Song nos mostraba imágenes de Euforia; y sabíamos que los consumidores y la comida que les servíamos tenían que venir de alguna parte. No obstante, el Jabón mitiga la curiosidad; preferíamos no hacernos muchas preguntas. (p. 220)
El cruce de Sloosha y toda la pesca
Me he cruzado con el Viejo Georgie más veces de las que me apetece recordar, y cuando me muera, vete a saber lo que me hará ese demoño de dientes de serpiente… Venga, dame un cacho cordero y te cuento cómo lo conocí. Pero bien juguicioso, no una suela finústica y achicharrada… (p. 287)
Conclusión
El atlas de las nubes es un libro que se
hace de rogar en ocasiones, que, cuando por fin te empiezas a enamorar del
personaje, salta y cambia a otro y te quieres tirar por un acantilado. Pero
precisamente por eso exige un voto de confianza al lector. Un voto que merece
la pena.
Puede que
no sea la literatura de calidad que se recuerde dentro de cien años, pero tiene
temas, ideas y personajes que llegan directos al corazón. Se esfuerza por no
considerar idiota al lector, porque seamos cómplices de la estructura y del
juego de sus personajes, de las sinfonías, de los silencios y de que aun así
hay chispitas de luz en medio de una oscuridad más y más grande que se abate
sobre el mundo.
No es una
historia que defienda que los humanos debemos desaparecer para que la Tierra
vuelva a estar limpia, sino que nos avisa de cómo nos vamos a destrozar a
nosotros mismos, tanto física (incluyendo el mundo que habitamos) como
mentalmente. Y aun así no podemos encontrar un único culpable.
Las
pequeñas acciones, el valor de sentarnos junto a una persona y entenderla, de
hablar de un ascensor sobre el pasado, de apreciar a una persona que es
distinta a ti, de cambiar incluso cuando alcanzamos la vejez, de superar tus
propios prejuicios… Bien, es una gotita. Pero si todos nos esforzáramos,
terminaríamos por crear un océano.
Y ese es el
mensaje con el que cierra el libro:
Ya me parece oír la reacción de mi suegro…—Ah, estupendo, Adam… ¡Sentimientos liberales! ¡Pero a mí no me vengas con monsergas de justicia! ¡Vete a Tennessee montado en un pollino y ponte a convencer a esos palurdos sudistas de que en realidad son negros pintados de blanco y de que sus esclavos son blancos pintados de negro! ¡Vete a Europa y ponte a decirles que los derechos de los esclavos del imperio son tan inalienables como los de la reina de Bélgica! ¡Ah, terminarás pobre, canoso y ronco en las reuniones del partido! ¡Te escupirán, te dispararán, te lincharán, te aplacarán con medallitas y los paletos te despreciarán! ¡Te crucificarán! Ingenuo y soñador Adam… Quienes osan desafiar a esa hidra de cien cabezas que es la naturaleza humana terminan pagándolo con espantosos sufrimientos, ¡y su familia también! ¡Y cuando exhales el último suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una minúscula gota en un océano infinito!Y sin embargo, ¿qué es un océano sino una multitud de gotas?
Todos
contamos.
Nunca es
tarde.
Unas últimas recomendaciones
Os voy a dejar dos vídeos que tratan temas interesantes acercade El atlas de las nubes. Bien cierto es que se centran sobre todo en la película, pero la venden de maravilla. En especial os recomiendo el vídeo de Like stories of old, que siempre me hace llorar con el trabajo que hace con la música y edición de todos sus trabajos.
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