¡Bienvenidos a la Mazmorra! Rika a vuestro servicio.
Este artículo es, en parte, una reescritura de otro que sacamos el año pasado… Pero lo he ampliado y escrito mejor.
O eso espero.
No borro el anterior por los adorables comentarios <3. ¡Si queréis ir a lo nuevo podéis saltar directamente al apartado de la Mirada Actual! Aunque os recomiendo leer por encima el primer apartado porque pongo el inicio de varias ideas que quiero desarrollar en este artículo.
El aterrorizado ser superior
¿Sabíais que la Biblia tiene dos versiones del mismo mito del Génesis? La más antigua no establecía ninguna jerarquía entre hombre y mujer
Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra: y los bendijo Dios, diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra» Génesis 1:28
En cambio, la versión más moderna, la yahvista,
establece la «inferioridad» de Eva al explicar que esta surge de la costilla de
Adán.
Y se dijo Yavé Dios: «No es bueno que el hombre este solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él» […]. Hizo, pues, Yavé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yavé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: «Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará varona, porque del varón ha sido tomada.» Génesis 2:21
Ay, casi es como si Adán hubiera tenido una hija (superando un breve e indoloro embarazo) y por tanto tuviera poder sobre ella como si fuera una niña pequeña, ¿eh? No, mejor no seguir por esos derroteros y hablar de la sexualización de la infantilidad.
Resulta curioso que una versión más temprana tenga que afirmar la superioridad del hombre. Da que pensar sobre las religiones más antiguas. Eso sí, es cierto que hay muchos mitos que establecen que la mujer nace de la costilla o de un hueso del hombre.
Resulta curioso que una versión más temprana tenga que afirmar la superioridad del hombre. Da que pensar sobre las religiones más antiguas. Eso sí, es cierto que hay muchos mitos que establecen que la mujer nace de la costilla o de un hueso del hombre.
¿Por qué? ¿Por qué es necesario remarcar tanto la
inferioridad de la mujer? ¿Que solo es una parte innecesaria del hombre, hecha
para complementarle?
Pues... toca reflexionar sobre cómo los
hombres han inventado una figura malvada
o inferior, que hace las veces de
cabeza de turco para cualquier problema que os podáis imaginar: la mujer.
Porque la mujer no es naturalmente más buena, más amable, más sumisa. Eso es algo que nos enseñan a ser mediante toda una red de imágenes, modelos a imitar y a respetar. El mismo mito creador nos cuenta que las mujeres vienen del hombre, cuando la situación casi es inversa y todos comenzamos en el vientre con un cuerpo femenino al que luego afectan las hormonas.
De modo que si no nacemos
siendo así, sino que alguien, a lo largo de siglos, de milenios, ha creado
mentiras para que la mitad mundial de la población quede convencida de su
inferioridad… ¿Por qué? Desde luego no soy una profesora ni
puedo afirmar nada categóricamente, pero cuando una mira a su alrededor y se da
cuenta de que nos enseñan que los empresarios son quienes nos dan el trabajo y que los reyes son los
que hacen bien a la sociedad, olvidando a la masa, a los que trabajamos, a los
que movemos el mundo… Bueno. Una se para a pensar sobre lo que nos han enseñado
y cómo se corresponde a la realidad.
El comunismo da terror por algo, ¿verdad?
Terror. Sí, ahí quería llegar. Dudo que sea casualidad que tantísimos mitos culpen
a la mujer del mal. Desde Izanami e Izanagi hasta la creación de Pandora por
Zeus para traer toda la desgracia del universo a nuestra especie, la mujer es el Mal. Hay una
constante obsesión por parte de los hombres —que también crecen creyendo
mentiras y amoldándose a ellas para crear lo que se considera que es un
«hombre»— de demostrar que la mujer no solo es mala, sino inferior. Es una necesidad compulsiva, obsesiva,
enfermiza, patológica.
Es como cuando alguien con diminuta autoestima hace daño a
los demás para demostrarse que es superior.Y ya sabemos que la masculinidad es muy frágil. Por favor, solo hay que mirar la religión que rige nuestra mentalidad
occidental, Dios creó a la mujer (primero a Lilith, luego a Eva según la
versión) porque Adán… no estaba conforme. Quería mandar.
Y mandó. A medias. Hasta en la Biblia se establece el
miedo a que otra persona tenga más inteligencia que tú. Adán ha sido defendido
como un ser puro y de luz frente a la vil Eva, pero creo que la gente no se da
cuenta de lo que significa que Adán sea el sumiso y el que se deja seducir. Es
una situación bastante inversa a la mayoría de nuestras novelas románticas,
¿eh? Pero el caso es que la gente necesitaba explicar por qué los humanos sufrimos
y morimos. Así que, evidentemente, el hombre debía ser culpable.
Pero querían exonerarlo de parte del pecado de querer aprender cosas. Por supuesto esto dice
mucho de la religión cristiana y de su dogma sobre la ignorancia para poder ser
borreguitos fácilmente controlables. Intentar ascender, adquirir conocimiento,
es un pecado porque Adán y Eva desafiaron la jerarquía del Paraíso donde Dios
era el ser supremo. Se recrea y justifica así la jerarquía terrenal, que es un
reflejo de la divina, donde Dios es el Rey/Sacerdote, y Eva y Adán intentaron
oponerse a sus leyes, por lo que fueron castigados.
Dios sabía que iban a pecar. Dios los tentó dejando el Árbol del Conocimiento a mano. Y Dios los castigó, como haría un dios de la
antigüedad y no el que nos enseña Jesús, porque los dioses antiguos estaban aterrorizados ante la Humanidad y por
eso tratan siempre de eliminarla, ya sea con diluvios u otras catástrofes.
Pero la Humanidad sigue, y la vida tiende a ser muy miserable. Es mejor sentir que tienes poder sobre algo, que existe una jerarquía
que justifica que un hombre sea superior a una mujer. Un hombre que crea unas
redes de mentiras para decir: no fue mi culpa, fue de ella. Y eso justifica el
maltrato, la sumisión y el dolor desde el momento en que una niña nace, porque
está sucia por el pecado. Es una cadena imposible de romper si te lo crees. Un
campesino nace campesino y no puede ascender sin que el resto de la sociedad lo
odie. Un rey es un rey, por mucho que a menudo no le interese el gobierno ni le
preocupe la gente que está a su cargo. Y una mujer… es una mujer.
Las historias las crean los que quieren quedarse a salvo y
aprovecharse de una situación ficticia. Al fin y al cabo, si quieres sentirte
superior tienes que crear un «inferior». Y es importante que ese inferior se
crea con toda su alma que de verdad estás por encima. De ahí la insistencia,
desde que somos pequeños y pequeñas, porque se nos meta en la cabeza que las
cosas son como son y no se pueden cambiar. Porque los de arriba tienen miedo.
Si fuera algo natural que estuvieran arriba, ¿por qué habrían de tenerlo?
De modo que el mundo queda separado entre ricos y pobres,
líderes y seguidores, nobles y plebeyos, raza superior vs raza inferior…
hombres y mujeres.
La idea de mujer coincide en casi todas las culturas:
sumisa, buenas caderas, maternidad, reclusión en el hogar, buen hacer, respeto
y admiración por el hombre y el padre, protección de la virginidad (arrebatando
así el control de la sexualidad y de la reproducción a la mujer), delicadeza.
La feminidad es fácil de señalar. Al fin y al cabo, no hace nada malo. ¿Qué es
más fácil, pisar una flor o un cáctus?
Sin embargo, como ya tratamos en el anterior artículo, la idea de un hombre es más complicada… Para no repetirme demasiado, diré que la masculinidad parece existir solo gracias a dos
factores: es reconocida por otro hombre (sí, un día de estos entraremos en lo
homoerótico que es el patriarcado) y es CONTRARIA a una mujer.
Y eso es un problema.
Y eso es un problema.
La mirada actual
«Los principales valores de un caballero son la lealtad, la amabilidad, la bondad, la honra, la valentía. Exteriormente se reflejan a través de la buena disposición, la compostura, la gracia de movimientos, la apostura, el sosiego, la discreción y la mesura, que no son sino señales de una armonía entre el interior y el exterior (…) sabrá manejar tan bien la espada como la pluma, moverse con elegancia montando un caballo o danzando en la sala, tocar con maestría un cuerno de guerra o una viola, hablar con propiedad animando a un ejército antes del combate o halagando a una dama en una fiesta» (pp. 152-153 Vivir en un castillo medieval, de Covadonga Valdaliso).
¿No os llama la atención la cantidad de detalles que deberían caracterizar a un caballero? ¿No es curioso que muchas se reservan, en otras épocas, a las mujeres?
Quiero que nos detengamos un momento a examinar tres rápidos ejemplos de personajes masculinos. Visualizad a Aragorn, el Rey que tanto esperábamos. Fuerte, alto, digno, confiado y de cierta edad. Repleto de camadería, de buenas intenciones, de decisión por hacer lo correcto. Un buen representante de los Hombres, ¿no? Algo que nos resulta cómodo para un guerrero. Pero no puedo imaginarlo bailando (cantando sí, aunque solo cuando está aparte por culpa de las películas. ¡Los hombres no cantan en público!) ni halagando el vestido de ninguna mujer. En realidad, creo que si un hombre sabe de moda suele provocar que otros señores arqueen muy fuertemente las cejas.
Aragorn, pues, no encajaría bien en esta idea de caballero medieval. Ahora imaginad a Legolas y Rhaegar Targaryen. Ellos entrarían mucho mejor en este ideal, sobre todo porque son rubios, ¡y ser rubio era un ideal entre los caballeros! Los dos están asociados a lo musical, ya sea mediante cantos o liras, ambos bailaban, eran gráciles, valientes, honrados... Lo de la bondad lo dejaremos para otro tema en el caso de Rhaegar. En términos superficiales, eran la clase de hombre que arrancaría mil suspiros a las doncellas antes que hombres menos atractivos o alegres como Aragorn.
Quiero que nos detengamos un momento a examinar tres rápidos ejemplos de personajes masculinos. Visualizad a Aragorn, el Rey que tanto esperábamos. Fuerte, alto, digno, confiado y de cierta edad. Repleto de camadería, de buenas intenciones, de decisión por hacer lo correcto. Un buen representante de los Hombres, ¿no? Algo que nos resulta cómodo para un guerrero. Pero no puedo imaginarlo bailando (cantando sí, aunque solo cuando está aparte por culpa de las películas. ¡Los hombres no cantan en público!) ni halagando el vestido de ninguna mujer. En realidad, creo que si un hombre sabe de moda suele provocar que otros señores arqueen muy fuertemente las cejas.
Aragorn, pues, no encajaría bien en esta idea de caballero medieval. Ahora imaginad a Legolas y Rhaegar Targaryen. Ellos entrarían mucho mejor en este ideal, sobre todo porque son rubios, ¡y ser rubio era un ideal entre los caballeros! Los dos están asociados a lo musical, ya sea mediante cantos o liras, ambos bailaban, eran gráciles, valientes, honrados... Lo de la bondad lo dejaremos para otro tema en el caso de Rhaegar. En términos superficiales, eran la clase de hombre que arrancaría mil suspiros a las doncellas antes que hombres menos atractivos o alegres como Aragorn.
Sin negar que estos personajes sean hombres guays, nosotros
no percibimos que sean especialmente masculinos. Es decir, no los imaginamos
protagonizando una película de Fast and Furious. No tienen la suficiente… severidad, presencia imponente y testosterona,
supongo.
¿Es ahí donde radica el problema? Quizá. Los elfos están
más asociados con la naturaleza, con la música y la danza, mientras que los
enanos resuenan con tareas más capitalistas y relacionadas con actos objetivos
que apreciamos a día de hoy. La visión de Tolkien, amante de la naturaleza, es
distinta a la de una persona del siglo XXI.
Sin embargo, a pesar de todo, Legolas o cualquier elfo
pueden seguir siendo ejemplos de masculinidad sin importar su aspecto porque podemos
aceptarlos como guerreros o gobernantes. Mientras descuellen en los rituales
asociados a hombres, se los acepta.
Pensad, por ejemplo, en el Caballero de las Flores de Canción de Hielo y Fuego. Un muchacho
joven, femenino, que lleva rosas en la capa (que luego es del color del arcoíris.
Sutil, don Martin). Se lo quiere y adora porque es el mejor caballero de su
generación… Con una excepción. Brienne de Tarth es mucho mejor que él en tareas
masculinas —lo cual, claro, resulta insultante—. Si Loras Tyrell prefiriera
dedicarse solo a cantar o a bailar
sin tomar nunca las armas o dedicarse a estudiar, unimos eso a su aspecto y a
su sexualidad… ¿Creéis que lo aceptarían tan bien dentro de su sociedad?
¿Veis por qué en la serie Loras no lleva flores ni una capa de arcoíris o Legolas en la película no canta, brinca ni es soñador? ¿No dice más de nosotros que de esos personajes?
¡Un momento, quieta ahí, Rika! ¿Es que guerrear es algo
inherentemente masculino?
Jajaja, no. Tampoco es la cumbre de la masculinidad. La mayor parte de nuestras sociedades
siempre han estado controladas no por soldados, sino por consejos de ancianos. Considerad
Roma, donde el Senado exigía cierta edad mínima para formar parte de sus filas.
Pensad en los Papas, siempre ancianos. Imaginad los sistemas estables como la
monarquía o la democracia que permitían que los líderes llegaran a tardías
edades y continuaran gobernando.
¿Acaso eran menos masculinos por ser viejos?
Las situaciones varían de acuerdo a la época, a la
tecnología y a si nos encontramos en una etapa de paz, de hambre, de tensión
política, y un largo etc. Podríamos
ponernos a discutir y, literalmente, no
terminar nunca sobre cómo la agencia, el poder y la violencia pueden ser
elementos femeninos y que, a menudo, lo son. Lo que pasa es que hemos creado
una serie de ideas para poder descatalogarlos de la masculinidad.
Me explico: un anciano puede gobernar sentado y no hay
problema con ello, pero en cuanto algo sale mal… Entonces ya se empieza a
buscar a su alrededor, olisqueando en busca de una presa: la debilidad.
La debilidad es algo que, de acuerdo al constructo social,
se asocia con lo femenino. Porque una mujer es, recordemos, una posesión, una niña eterna, una inferior.
Una mujer debía encajar en su rol, debía jugar su papel y fingir debilidad, cansancio o miedo cuando se esperaba de ella que dependiera de los hombres. Eso significa que tenemos cosas a favor y otras en contra; se espera de una mujer que llore, que se derrumbe, que pueda reconocer que es débil y que no puede con todo sola. Al mismo tiempo, que siempre que una mujer muestra un asomo de debilidad está cumpliendo una profecía que nos acompaña a todos lados. Por supuesto que se echa a llorar, es una mujer. Por supuesto que tiene miedo, es una mujer.
Es decir, que la capacidad de confiar en otros, de mostrar sentimientos, de llorar cuando lo necesitamos se han convertido en una lista de tratos negativos asociados a un género. Son reacciones femeninas.
Por eso ahora se persigue a los chicos para que no lloren: porque en nuestra sociedad hemos decidido, por diversos motivos, que sollozar es cosa de mujeres.
Una mujer debía encajar en su rol, debía jugar su papel y fingir debilidad, cansancio o miedo cuando se esperaba de ella que dependiera de los hombres. Eso significa que tenemos cosas a favor y otras en contra; se espera de una mujer que llore, que se derrumbe, que pueda reconocer que es débil y que no puede con todo sola. Al mismo tiempo, que siempre que una mujer muestra un asomo de debilidad está cumpliendo una profecía que nos acompaña a todos lados. Por supuesto que se echa a llorar, es una mujer. Por supuesto que tiene miedo, es una mujer.
Es decir, que la capacidad de confiar en otros, de mostrar sentimientos, de llorar cuando lo necesitamos se han convertido en una lista de tratos negativos asociados a un género. Son reacciones femeninas.
Por eso ahora se persigue a los chicos para que no lloren: porque en nuestra sociedad hemos decidido, por diversos motivos, que sollozar es cosa de mujeres.
Esto son niños. Niños con lo que ahora asociamos con vestidos femeninos. Y era muy normal en cierta época, como podéis ver aquí. Mirad los kilt, mirad los trajes romanos y griegos.
¿Faldas? No, no. Eso es cosa de mujeres. ¿Vestidos? ¡No! ¡Son túnicas, cómo te atreves a confundirlos!
¡Hombres con vestidos, vaya por Medea, eso es infumable e imposible para
nuestra sensibilidad actual!
Pero hubo un tiempo en que los griegos se burlaban de los pantalones persas. Hubo un tiempo en que
los hombres llevaban tacones, maquillaje, peluca y ropas de colores que
rivalizaban con los más increíbles pavos reales. Cuando nos encontramos a
alguien así, particularmente un hombre, por la calle, hoy en día tenemos epítetos
desagradables. Pero en su día, nadie le decía ni «mu» al Rey Sol por posar en
todos sus cuadros con un buen par de tacones y siempre, siempre, mostrando las piernas de las que estaba tan orgulloso
porque las consideraba realmente bonitas.
Era la masculinidad de su época.Y si esto pasaba con la ropa, ¿qué no ocurriría con la forma de comportarse de los hombres?
Autores y autoras de hoy en día insisten en insertar
nuestras ideas de masculinidad y femineidad en los personajes en
épocas anteriores… O en personajes que se han creado en el siglo XXI, pero que se
supone que viven en el medievo o en la Edad Antigua. Id a ver cuántos Alejandro
Magno bisexuales encontráis en las novelas que pululan por ahí, que se atrevan
a retratarlo con maquillaje persa, vestido sensualmente y amando a Hefestión y
al eunuco Bagoas, que lo acompañó en casi todas sus campañas. Comprobad que, si
abrís un libro de hace veinte años, sus personajes no se parecen en nada a lo
que hoy consideramos que correctamente
es masculino, por mucho que las adaptaciones actuales hagan que parezca que
todos los hombres del siglo XXI se parecen a los de todas las épocas y países.
Esta película no será la mejor del mundo (no lo es), pero os pido que echéis a un vistazo porque tuvo el valor de representar lo que gustaba en su época aparte de las tetas que tanto ama la HBO. Porque, sí, resulta que los esclavos bailaban sensualmente y solía agradar.
Pero es un atentado contra nuestra sensibilidad actual. O... quizá contra la sensibilidad de cierto puñado de personas, puesto que hay muchos elementos que los productores consideran necesarios en sus historias. Violaciones, muertes de género, insultos, trajes voluptuosos (para mujeres), a menudo se excusan bajo la etiqueta de que algo es histórico. Sin embargo, es una categoría muy ambigua. Como digo, Bagoas era histórico y casi no lo he visto representado en ningún lugar.
Esto era lo que se llevaba en el siglo XV y no he visto que los personajes de Canción de Hielo y Fuego o de Juego de Tronos lo lleven puesto a pesar de que rozan más el Renacimiento que la Edad Media:
Esta película no será la mejor del mundo (no lo es), pero os pido que echéis a un vistazo porque tuvo el valor de representar lo que gustaba en su época aparte de las tetas que tanto ama la HBO. Porque, sí, resulta que los esclavos bailaban sensualmente y solía agradar.
Pero es un atentado contra nuestra sensibilidad actual. O... quizá contra la sensibilidad de cierto puñado de personas, puesto que hay muchos elementos que los productores consideran necesarios en sus historias. Violaciones, muertes de género, insultos, trajes voluptuosos (para mujeres), a menudo se excusan bajo la etiqueta de que algo es histórico. Sin embargo, es una categoría muy ambigua. Como digo, Bagoas era histórico y casi no lo he visto representado en ningún lugar.
Esto era lo que se llevaba en el siglo XV y no he visto que los personajes de Canción de Hielo y Fuego o de Juego de Tronos lo lleven puesto a pesar de que rozan más el Renacimiento que la Edad Media:
Ahí, ahí, entre las piernas. Destaca bastante. Es como la boobplate, solo que esto existía y la boobplate no. |
Imponemos nuestras ideas actuales sin querer salir de la
zona de confort y boys will be boys. Así
nos sentimos mejor.
Poder, agresividad, masculinidad
La masculinidad se puede reconocer a lo largo y ancho del
mundo por ciertas ideas, pero la verdad es que muy fácil moldearlas para que se
caractericen como femeninas o, lo que es lo mismo, negativas.
¡Vamos a verlo con ciertos personajes muy conocidos! James Potter y Severus Snape.
James Potter siempre se ha presentado como un Héroe que se sacrificó por su hijo. Eso sí, James murió luchando y Lily haciendo de
escudo (¿supongo que su varita se evaporó…?). Caballero y Dama. Padre y Madre.
Clásico. James fue un Héroe de reputación aparentemente intachable por su
temprana muerte y que formó parte de una rebelión —elemento inestimable en la
caracterización de tu personaje heroico desde el nacimiento de Star Wars— a
favor del Bien, además de dar a luz al Elegido. De Lily no sabemos casi nada,
pero no os preocupéis, es algo que suele pasar cuando hay Padres en una
historia. Las Madres desaparecen de la narrativa o no son dignas de admiración.
Sin embargo, doña Rowling decidió dar un poco de
profundidad a este personaje, hacer que el mundo se sacudiera bajo nuestros
pies. En el quinto libro descubrimos que James era una de esas personas que
habría disfrutado abusando de personajes aislados como Harry. Harry mismo
describe, con horror, que sabe lo que era verse rodeado y ridiculizado por
gente como su padre. Gente de sangre pura, buena clase, buenas notas… En
definitiva, ridiculizado por privilegiados que siempre han vivido dentro del
mundo mágico.
Porque, claramente, James es un tío valiente. Uno que se
dedica a perseguir con sus tres amigos a un chico feo, Slytherin, que
siempre suele estar solo. James, prodigio de los prodigios, tiene un mapa para
hacer trastadas, una capa que le permite ser invisible, y amenaza a su futura
esposa con echarle una maldición si le saca de quicio.
Pero James no solo es esto. Es tradicionalmente rico,
guapo, deportista y está situado en la «casa correcta» que está representada
por el animal de la realeza y la masculinidad: el león. Su patronus, además, es un
ciervo, otra criatura emblemática de la nobleza.
Severus Snape, por el contrario, viene de una familia rota
y pobre. Desde niño ha vestido con
ropas usadas que a menudo pertenecían a una mujer. Es feo, nervioso y abraza la
parte más oscura de su sociedad porque allí le ofrecen cierto hueco y
sentimiento de pertenencia. No solo eso sino que está relacionado con el animal
típico asociado a lo negativo-femenino: la serpiente. No olvidemos que el cristianismo, y doña Rowling es creyente, usa a la serpiente como sinónimo de pecado, de mujer, del demonio.
Curiosamente, Harry podría haberse convertido en una persona
que equilibrara su ascendencia de Gryffindor y Slytherin, pero solo encontramos
un constante rechazo de la última. Pero no. El libro nos dice a gritos que
Slytherin, siempre relacionado con lo oscuro, con las serpientes, con la
violencia política, la represión, el control de la reproducción (mantener la
sangre limpia), la herencia y la familia… Es malo. Es interesante que Slytherin
albergue tantas ideas tradicionalmente femeninas mientras que Gryffindor se
reserva las masculinas.
No solo eso sino que el patronus de Snape, al menos el
actual, es una cierva. ¿Veis a dónde
voy?
James es la representación más clara de la masculinidad.
Si es tóxica o no… Bueno, creo que es evidente. Alguien no tóxico no atraparía
a otra persona, le bajaría los pantalones y lo expondría frente a la escuela,
amenazando con arrebatarle los calzoncillos también. Eso se llama agresión
sexual. Porque, como no me cansaré de repetir, no necesitas sentirte atraído sexualmente por una persona para que sea agresión,
abuso, acoso o violación. Es un acto de humillación, de destrozar a una persona para devolverla al «lugar que le corresponde». Al inferior y sumiso. Es un acto de poder.
Snape está muchísimo más relacionado con lo femenino. Es
más, Snape está más cerca de la clásica representación de la Bruja que
cualquier otro personaje. Es hosco, desagradable, feo, siempre viste con largas ropas oscuras —por mucho que las
películas las odien, los brujos llevan TÚNICAS, pero vamos, que siempre se
enfatiza en el caso de Snape—, es agresivo y rencoroso. Experto en pociones,
con una enorme nariz, pelo grasiento y voz que suele ser baja y malévola… Adora
las artes oscuras, aprendió a volar por su cuenta aunque podía hacerlo en
escoba… Por dios, le faltaba un gato
para salir de un cuento de terror para niños. No solo eso sino que es un espía. Uno hasta las últimas
consecuencias, al contrario que el caso de Remus Lupin, que también es espía
pero en su caso vemos lo que se sufre al serlo… Cosa que no se nos permite con
Severus Snape.
James está enfundado en un clásico rojo, asociado a la
realeza, al poder, mientras que Snape es un color frío, que suele ser asociado a lo femenino, y verde. Todo lo luminoso
se enfoca hacia James. Todo lo oscuro, hacia Snape. La masculinidad de James
nunca se pone en duda; consiguió a la chica a la que amenazó, tuvo un hijo y
murió en batalla. Acosó sexualmente a su víctima —a la que también tuvo que
salvar de un pseudo intento de asesinato provocado por su mejor amigo— y salió
impune de ello. Snape, en cambio, fue humillado, expuesto en ropa interior ante
el colegio, acusado de ser el perro faldero de Lucius y siguió un camino
terrible por el que pagó el resto de su vida.
Me pregunto qué opinaríamos de Snape si todos estos
elementos no lo acompañaran allá donde va o si hubiera sido convencionalmente
atractivo. Y no, Alan Rickman no cuenta por mucho que me encante ese señor y me parezca un actor maravilloso. Snape es feo.
El poder agresivo, con agencia, que hace daño y explota en
miles de colores es algo que se considera masculino. El poder que hace daño de
otras formas efectivas, como puede ser una pócima, una maldición a largo plazo,
dominar a los animales o participar en una conspiración política para derrocar
al mal no se aprecia tanto. Ya sabéis: el veneno es arma de mujer.
No es valiente. No es vistoso.
No es honorable.
Y hablando de honor…
Un caballero para su dama
Ah, ¿qué hay más masculino que todas esas historias que
tanto abrazan hombres y mujeres por igual donde los roles quedan fijados y
perfectos? Un caballero, un príncipe, un héroe, un protagonista heterosexual no es nada si no tiene una princesita (o
una prostituta, o una hermana, o una mujer)
que complete un poco su vida. Quiero decir, puede ser un hombre que se niega a
ceder al amor (eso es muy caballeresco y un juego muy concreto de romance), o
que es demasiado duro para permanecer al lado de una mujer… Pero la mujer debe
existir de alguna forma para completar su masculinidad.
Eso o empezaremos a buscar hombres a su alrededor, ¿eh? E incluso en muchas
historias con subtexto lgtbi, la mujer aparece para ser un brochazo de
«normalidad» que pueda hacer que la obra sea tragable, aceptable, para el
público general.
Es cierto que hay muchas relaciones que van más allá del
Caballero y la Dama, pero estas suelen ser las más habituales en la literatura
y el cine. Da igual que Shrek sea maravilloso y anti-tradicional; termina
obedeciendo al mismo rol del Caballero aunque socialmente lo rechace e insista en que lo aprecien por ser un ogro. Poco importa que Bruce Willis siempre
haga de hombres bruscos, que odian el sistema; su relación con las mujeres como
salvador que tiene un corazoncito de oro termina encajándose en esta dinámica.
Schrek es una maravillosa parodia y abraza cosas muy positivas, pero al final Shrek es el héroe que salva a la princesa a pesar de que esta no es tradicionalmente bella. |
Lo cual no es malo, de por sí. No, el problema es,
precisamente, la dinámica. La ausencia de crítica. El asumir que el rol debe
ser estricto, inamovible, sin importar el pecado que cometa un personaje, o que
nunca haya querido tomar ese papel.
Creo que pocas cosas me gustan tanto como Brienne de Tarth
dando un golpe de dignidad a Jaime, apareciendo en sus sueños para salvarlo y
defenderlo, y que Jaime decida que quiere volver a ser honorable porque una
mujer le ha enseñado que abrazar los ideales es necesario. Porque un Caballero no es un Caballero si no ayuda a
los demás, si no intenta ser noble y bueno. Si no intenta ser una masculinidad
no agresiva. Es un rol problemático, pero interesante porque exige sacrificios
y habla de la sociedad en la que vive un hombre.
Y con estos personajes y dilemas, Martin hace realmente
buenas críticas a los roles tradicionales. A veces.
Pero bueno, vamos al tema. Quizá os suene El último unicornio de Peter S. Beagle.
Esperemos que sí porque se avecina una AVALANCHA DE
SPOILERS.
Es una historia de los años sesenta sorprendentemente
metatextual que en ocasiones me recuerda, sin el humor, a los Monthy Python puesto que hay personajes
que hablan de la estructura de los cuentos, del rol que cada uno debe jugar, etc.
La trama se sitúa en un mundo fantástico donde una unicornia escucha, un día,
que es la única de su especie que queda sobre la tierra y parte a buscar a sus
compañeros de raza sin creerse estas palabras. Por el camino conoce a un mago
que no sabe usar bien la magia, Schmendrik, y a una bandida de cierta edad
llamada Molly Grue que la acompañan en su búsqueda hasta el castillo del Rey
Haggard.
Por avatares del destino, la unicornia termina convertida
en una humana, Lady Amalthea, y poco a poco va
perdiendo su esencia de criatura inmortal. Gracias a eso es capaz de
conocer el sentimiento del amor al conocer al sobrino del rey; el príncipe Lír.
A pesar de ciertas decisiones irritantes, el autor
establece una crítica interesante. Todos los hombres y mujeres beben los
vientos por Lady Amalthea, que es distante y callada. Es, evidentemente, su
naturaleza de unicornio lo que atrae a los demás, pero lentamente la va
perdiendo y aprecia la mortalidad, su nueva existencia como Lady Amalthea. Una
persona que puede sentir miedo, dolor y amor, no como los unicornios.
Los personajes de su alrededor discuten sobre lo que ella
debería hacer: ¿seguir siendo humana, casarse con el príncipe y morir, o
cumplir con su antigua naturaleza y volver a ser una unicornia, un ser especial
que se encuentra fuera de los «roles»?
El príncipe Lír, desde luego, quiere estar junto a Lady
Amalthea. Por ella deja de haraganear y empieza a convertirse en un Héroe. No
ceja de llevarle regalos como cabezas de dragones, de ogros y de otras
criaturas, sin entender por qué Lady Amalthea no le dirige la palabra. Molly le
sugiere que busque otras formas de cortejar a la muchacha y Lír decide que
seguirá siendo un héroe porque no dejará de echar un cable a la gente, pero
trata de saltar a la poesía. Al final logra acercarse a Lady Amalthea, más
porque se esforzó en hacerla reír y consolarla, que por otra cosa.
Nunca vemos las hazañas de Lír, sino cómo hace reír con
canciones tontas a Lady Amalthea. Su rol como caballero apenas le sirve porque
no es más que eso, un rol, y se apunta como un fracaso desde el principio.
Cuando empieza a darse cuenta de que Lady Amalthea no parece tener un pasado,
inventa varios para ella —y la unicornia escucha y absorbe, lo cual es
frustrante pero imagino que comprensible— con toda la buena voluntad del mundo.
Al final, cuando Amalthea debe decidir si volver a ser unicornia
o no, ella decide que no. No quiere dejar de ser humana.
Lír, en cambio, le impone a pesar del dolor que vuelva a
ser Unicornia: porque es un héroe.
Ninguno de los dos quiere y ambos sufren por esta decisión, que termina por
escapar de sus manos y excusarse con las circunstancias. En definitiva, la unicornia
es GUAY y lucha contra monstruos sin vacilar y Lady Amalthea no hace nada
excepto ser bonita y triste, porque no acabo nunca. La crítica que pudiera
haber a los roles que cada uno debe adoptar, dentro de los que uno ha de crecer
para ocupar su lugar en el mundo, se pierde con esta decisión del «destino», si
bien no voy a negar que los personajes abrazan su papel con profundo
resentimiento. Uno que nunca se explota demasiado y me deja un mal sabor de
boca, porque al final tal y como se plantea todo, es como si nos dijeran «será
triste, pero es lo que hay que hacer».
El caso es que Lír es un ejemplo extraño de Caballero.
Nunca lo vemos luchar, nunca le vemos hacer nada heroico. Solo se nos cuenta…
Excepto en una circunstancia. Lír, igual que Aragorn, igual que Eowyn, igual
que tantos otros príncipes, está destinado a destruir el mal de su tío.
Profecías, ya sabéis.
Solo que Lír no la cumple luchando, sino sacrificándose en un movimiento suicida para salvar a su amada
cuando esta ya había dejado de ser humana. Solo esto da el suficiente valor a
la unicornia para cargar contra el enemigo y derrotarlo.
Y no por ello deja de ser un caballero hecho y derecho. No
por ello deja de ser valiente, de ser masculino. Lír tiene el beneficio de ser
un hombre; así podemos valorar más su sacrificio, que es ajeno a su rol, ya que
no pierde en combate, ni tampoco muere tras haber vencido a su enemigo.
Simplemente trata de proteger a la persona a la que quiere con su propio
cuerpo, aun sabiendo que hay escasas posibilidades de sobrevivir.
El rol tradicional del hombre es el proactivo, mientras
que el femenino es pasivo. En este caso, se invierten. El sacrificio dramático
del príncipe es el que debe hacer que la mujer de la historia se enfrente al
enemigo al que había buscado desde el principio. Lástima que esto solo ocurra
cuando Lady Amalthea deja de existir y tengamos en su lugar a una criatura
inmortal.
Subvierte las expectativas porque normalmente el príncipe
tendría que derrotar al enemigo, ¡como en todos los cuentos! Pero es un acto de
sacrificio, de protección, lo que de verdad conmueve esta historia y resulta
refrescante variar un poco de vez en
cuando. Ahora, por favor, coged esta idea y mirad cuántas veces se aplica a un
hombre en cualquier historia que hayáis leído donde haya una dinámica de
caballeros y damas.
Me apuesto lo que queráis a que no son muchas.
Deconstrucción
Si lo pensamos, hay muchísimos personajes masculinos que
están bien hechos, que son profundos y merecen análisis, discusiones de horas
que acaban siendo muy satisfactorias. Superan por mucho a los personajes
femeninos. Qué esperar, viendo lo mal que se escribe a estos últimos.
Por supuesto, un buen personaje no tiene que estar adaptado a nuestra época. Alguien
podría escribir una adaptación de los crímenes de Ted Bundy en primera persona,
sin dedicar un minuto de atención a las víctimas femeninas, ni hablar de la
monstruosidad de sus asesinatos, y crear un gran personaje a costa de todas
estas mujeres. Seguiría siendo un buen personaje, nos guste o no. Un autor
puede crear grandes obras, como ocurre con El
juego de Ender, y ser un ser humano un poco bastante asqueroso.
Por mucho que me duela, he leído innumerables personajes
masculinos cuyas acciones odio, pero que encuentro fascinantes y bien escritos.
Puedo pasarme la vida leyendo Canción de
hielo y fuego y llorar por cada estúpido acto de Theon Greyjoy y ver por qué hace lo que hace, por qué va a
acabar como lo hace y admirarme porque está muy bien escrito, caiga bien o no,
sea un capullo integral o no.
Lo que tengo claro es que ya he leído más que suficientes
personajes tradicionalmente masculinos.
Como digo, están por todas partes. He viajado junto a Aquiles y a Ulises, que
han violado, matado y utilizado a mujeres y a hombres aprovechándose de sus
privilegios sin que jamás se los considere personas horrendas. He estado en la
piel de demasiados personajes que desbordaban testosterona hasta por el culo,
como Kratos, y he experimentado más que suficientes dramas que jamás han
querido examinar los problemas que tiene un personaje pensado como hombre. Pobres hombres, que han perdido
a sus esposas y deben salvar el mundo. Pobres hombres como House, que sufren un
dolor crónico indescriptible y que, por algún motivo, eso los condona de ser
acosadores sexuales y abusadores insoportables que se aprovechan de su posición
de médicos, biólogos, políticos o lo que sea para soltar su comentario
sarcástico de turno y hacer reír a la audiencia.
Son lo de todos los
días. Están bien escritos. Pero me empiezo a aburrir.
Y es que un día me senté a leer Berserk de Kentaro Miura. Me encontré la historia de un hombretón
con una espada gigante que se pasó varios capítulos cortando a gente por la
mitad, destrozando demonios y siendo borde, desagradable, distante, cruel. Pero
un macho hecho y derecho. Podías
prever todas y cada una de sus acciones. Sabías que, daba igual cuánto lo
golpearan, no iba a morirse porque es un macho, es Terminator, es Kratos, es
todos esos hombres que plagan los medios y me cansan profundamente.
Y entonces salvó a una niña. Una niña que, furiosa,
acababa de pasar por una experiencia muy traumática en la que perdió a su
figura paterna y le juró, entre lágrimas, que lo mataría. El protagonista, muy
guay él, le sonrió sardónicamente y le dijo que la esperaría.
Se dio la vuelta.
Y rompió a llorar con desconsuelo con esta cara de
vulnerabilidad:
AY QUE SE ME VUELVE A ROMPER LA PATATA |
En cuanto descubrió que lo estaban mirando, volvió a ponerse la máscara y a ser el hombre
duro de siempre.
Decidí seguir. Si me podían poner a un hombre llorando sin
la clásica excusa de haber perdido a su esposa o a su mejor amigo, sino porque
una niña le había dicho que lo odiaba a pesar de que había intentado salvarla
(a su modo)… ¡Merecía una oportunidad!
Berserk me
fascinó en muchas expectativas, en especial al crear una historia donde el
protagonista crea esa sensación de machote invulnerable cuando en realidad
tiene problemas de socialización, está asustado, no tiene experiencia sexual y
se le dan bien los niños. Aparte de que pocas veces he encontrado que un
protagonista varón fuera violado de niño y se trate bien su trauma. Su enemigo, el clásico caballero de literal
armadura blanca, albergaba en cambio todos esos elementos de confianza, de
violencia sexual, política y física que deberíamos asociar al protagonista. No
solo eso, sino que el protagonista no se siente orgulloso de que su única
habilidad sea, aparentemente, luchar.
Y esto se escribió hace unos treinta años.
Ahora empiezan a aparecer personajes de esta clase que,
debido a la «corrección política» (ja), deben reformarse o ser más apropiados
para lo que el público exige. Y eso es mucho
más interesante.
Una historia de boys
will be boys merece la pena si encontramos deconstrucción, si se examina la
tradicional masculinidad y se intenta reconciliar con elementos
tradicionalmente femeninos sin que se excuse cada paso del hombre porque tenga
un pasado trágico.
Cuando quieres hacer a un personaje deconstruido en
términos machistas, no vale con que sea extravagante y no asociado a lo
masculino (Jack Sparrow) o que no te viole (Will Turner) y admire a la mujer
como persona (Will de nuevo). Tu personaje masculino puede ser tontito, babear
por la mujer, admirarla o ser adorable, pero eso no lo convierte en una
deconstrucción. La deconstrucción del machismo es algo intencional y debe ser
temática a lo largo de toda la obra.
Pocos de vosotros habréis leído La rueda del tiempo, pero se caracteriza por tener muchos personajes
masculinos y femeninos y una suerte de extrañísimo, fraccionado y mal empleado
matriarcado en algunos puntos. Don Jordan sitúa (a veces) a las mujeres en
posiciones de poder. Sin embargo, en mi opinión, no hace mucho esfuerzo por
cambiar a los hombres. Si no te fijaras en las mujeres, pensarías que estás
leyendo los libros de siempre, con su toxicidad masculina y, ante todo, su
terror por las mujeres, exacerbado porque estas tienen poder político y mágico.
Creo que no hay capítulo en el que no se maldiga a las mujeres. Porque son
entrometidas, porque no las entienden, porque no son claras, porque son magas,
porque son tercas. Porque algo. Y pretende ser gracioso, pero no lo es.
Porque no lo hace desde la comprensión de que la
deconstrucción no es la guerra fría con una mujer para mantener el statu quo.
Si pensamos en una deconstrucción de personaje masculino,
quizás nos flote por la cabecita Jaime Lannister, que comienza como un cabrón
asesino y luego se reforma y aprende a respetar a Brienne, a regañadientes y
con insultos (¡pero es tan moooono! Eugh) y se separa de Cersei. Pero no sería
cierto. Jaime se va acercando más a lo que un caballero debería ser, no
deconstruye su machismo. Es imposible en su época. Lo que hace es aprender a
lidiar con su pasado, con su presente con cuerpo tullido y a examinar sus
sentimientos. De momento no hay estudio del machismo, sino del rol de caballero del rey y de lo que eso
significa. Jaime es precisamente un caballero caído en desgracia por algo, a
pesar de su atractiva apariencia. Da lugar a estudiar el rol de caballero y
cómo encaja en la sociedad patriarcal, desde luego, ¡y eso siempre obliga a
tocar el machismo! Pero no es su objetivo.
¿Y qué tal un personaje no heterosexual? Pues en principio
tampoco he encontrado muchos dignos, porque todos son secundarios, están muy
mal usados o su historia se centra en el romance. Quizá podría coger con pinzas
a Lestat el Vampiro o a Louis, pero el primero se convierte en un violador y el
segundo… deja de ser personaje al segundo libro (gracias, doña Anne), pero sí que serían una representación mucho
más interesante de la masculinidad de otra época. Lestat y Louis vienen del
siglo XVII-XVIII, están traumatizados y han crecido de formas poco saludables.
por lo que sus comportamientos se nos antojan melodramáticos y extraños, pero
representan con más credibilidad a los hombres de su época. Por desgracia, a
pesar de todos los siglos que viven y de las oportunidades que podrían haberse
usado para que lucharan por abrirse a las nuevas generaciones, no pretenden ser
una deconstrucción del machismo o de la masculinidad (y habría sido una
oportunidad perfecta).
¿Y un príncipe que no sea un guerrero? ¿Qué tal Yarvi de Medio rey? ¡Mirad, ahí tendríamos un
mejor ejemplo, si bien tampoco va muy lejos! Mucha gente lo comparará con
Tyrion Lannister, en el sentido de que es un príncipe deforme, pero Tyrion está
obsesionado con violar y dominar sexualmente —y hasta que termine la historia
no podremos decir hacia dónde va su arco—. Yarvi, en cambio, no sabe luchar,
aprendió de mujeres todo lo que sabe e iba a dedicarse a la religión hasta que
de pronto le cayó la obligación de ser rey. Después, mientras es esclavo, la
única forma que tiene de ganarse a sus compañeros es… cantar. Les canta y les
hace llorar, les calma durante su calvario. Depende de otros para que lo
defiendan.
Es una pena porque no es una investigación muy profunda,
pero sí hace que Yarvi se enfrente una y otra vez a lo que nosotros —y los
personajes de su misma historia— consideramos masculino y demuestre que merece la pena como persona.
Pero el mejor ejemplo lo encontraríamos en La maldición de Chalion con Cazaril¸ su
protagonista. Un hombre maduro que comenzó como cualquier Jon Snow o Jaime
Lannister: un joven soldado repleto de sueños e ilusiones, un estratega
brillante que esperaba mucho de la vida… hasta que fue vendido a las galeras.
Tras esto, Cazaril quedó destrozado de por vida. Aunque
sigue sabiendo pelear, su vida se dedica no a enseñar al príncipe o a hacer de
guardaespaldas, sino de mentor de la princesa y su doncella. Cazaril quiere una
vida tranquila, alejada de las intrigas y la guerra, y su principal
característica es el sacrificio.
Además y con riesgo a haceros un spoiler,
os diré que ese horrible, terrible topicazo de la mujer embarazada por un
monstruo, se traslada en cierta manera a Cazaril.
Es decir, Cazaril engloba muchísimos elementos
considerados tradicionalmente femeninos: nurture,
o cuidar y nutrir a niños (en su caso, a la princesa y su doncella, jamás con
insultos ni demostrando su inteligencia, sino haciéndolas pensar y escuchando
sus ideas), la falta de agresividad (solo demuestra en un par de ocasiones la
misma y es poseído por una influencia malvada), sacrificio, martirio y ser el
elegido de una DiosA, además de elementos como «embarazo» con muchas comillas,
debilidad física a partir de cierto momento y, sobre todo, hacer de
casamentera.
¿Quiere esto decir que un hombre machista solo puede
deconstruirse si adopta ideales femeninos? No necesariamente, pero es el
estudio más evidente y que más puede resonar con la gente. Cuando un hombre
como Cazaril es demasiado bueno, demasiado amable, demasiado «maternal» en vez
de impositivo, cruel o torpe emocionalmente, suele recibir críticas. Porque es femenino.
Con la deconstrucción de hombres abrazando costumbres que
se asocian a lo femenino podemos empezar a dar pasos de verdad. No es
suficiente, ni tampoco es el camino, exigir que las mujeres se comporten como
hombres para ser dignas de respeto. Un hombre que abrace a otro hombre sin dar
palmadas en la espalda para atenuar la «falta de masculinidad» no debería ser
ridiculizado porque sea capaz de hablar de sentimientos. Irónicamente, durante
ciertas etapas de la Edad Media llorar y emocionarse era algo muy masculino. En países musulmanes dos
hombres pueden cogerse de la mano sin que se los catalogue como gays, igual que
aquí podemos ir dos mujeres cogidas del brazo y que nadie piense que somos otra
cosa que mejores amigas.
He leído muchas historias donde, a pesar de que un
personaje tenga aspectos «femeninos», termina por «superarlos» y volverse un
hombre. Y es agotador. La relación de la «infancia» con lo «femenino» es
insultante. Que solo los personajes jovencitos puedan pasar por situaciones de
secuestro, humillación sexual o que aprendan a dejar de mostrar su debilidad,
sin que la narrativa se esfuerce en hacer una crítica de todo esto, es
extenuante. Un hombre de mediana edad no se libra mágicamente de las
situaciones de vulnerabilidad, físicas o psicológicas. Un hombre debería poder
ser el rey o príncipe maldito que necesita que otros (no necesariamente una
mujer buena y dulce) lo rescaten de su miseria sin por ello ser ridiculizado
por pasar por un período de depresión o debilidad. Un hombre como Han Solo
debería tener espacio para llorar y aterrorizarse por haber sido congelado, y
no poner la excusa de la ceguera (por interesante que sea) para explicar que
esté vulnerable. No necesitamos impedimentos
físicos o situaciones extremas
para justificar el dolor de un
hombre, como suele ocurrir.
Hay que admitirlo. En nuestra sociedad muchas ideas se han «tachado» con esquemas de género y falta mucho para que dejemos de considerarlas como tal. Por suerte, podemos empezar a defender y abrazar las ideas que se han considerado siempre como femeninas y reconocer que no son tan terribles como nos hacen creer. No pasa nada por ser modesta. Pasa porque nos digan que es una cualidad, una obligación, exclusivamente femenina y que si te sales del molde te mereces un castigo. No debería pasar nada porque un hombre sea modesto y no agresivo. No debería pasar nada porque un hombre sea virgen y una mujer no. No debería haber ningún problema con que un hombre esté triste y busque un abrazo en un amigo o que una mujer quiera tener noches locas, conocer gente y acostarse porque le apetece. Uno no debería ser un «maricón» y la otra una puta.
Ya es hora de que podamos leer a hombres que se abracen unos a otros sin la excusa de ser padre-hijo, que sean buenos progenitores que escuchen y sepan peinar a sus hijos e hijas, maridos que ayuden en la casa o que se queden a cuidar a los críos cuando es necesario. Ya es hora de crear personajes un poco diferentes, que ya tenemos suficientes ejemplos de lo contrario en todos lados. Ya es hora de que veamos cómo un hombre aprende de su esposa o de otros hombres sin necesidad de golpes o de lágrimas machas, de que dejemos de escribir siempre siempre siempre de la misma clase de varón duro y distante que no sabe relacionarse con los demás. Ya es hora de que podamos poner a un chico planteándose su sexualidad aunque tenga miedo de lo que digan los demás, de que un muchacho pueda preocuparse por su aspecto o que sepa dejarse consolar.
Y lo mismo con personajes negativos o grises. Espero que
podamos dejar de utilizar elementos «femeninos» para juzgarlos con más dureza
que a los demás. Porque aunque todos sepamos que los villanos Disney, en su
mayoría «queer coding» son los mejores personajes e inigualables…
Estaría bien que se dejara de asociar lo que no es cis,
hetero y tradicional a lo malo, oscuro y criticable.
¿Y cómo vamos a hacerlo si no aprendemos a distinguir,
señalar y apreciar lo femenino y no lo vemos representado en más hombres de
una vez por todas? ¿Cuándo vamos a dejar de poner excusas para proteger la fragilidad de los espectadores masculinos?
Ya es hora de que se pueda abrazar lo que hoy consideramos feminidad, reconocer que no es inferior y que lo que solemos llamar debilidad a menudo es humanidad.
Ya es hora de que se pueda abrazar lo que hoy consideramos feminidad, reconocer que no es inferior y que lo que solemos llamar debilidad a menudo es humanidad.
Guau. Un artículo potente desde el principio que me ha hecho sentir emociones varias. No sé ni qué decir ahora mismo, tan solo que creo que, de las cosas tuyas que llevo leídas, este es ahora uno de mis favoritos.
ResponderEliminarMe alegra que estéis de vuelta y espero poder seguir leyendo cosas vuestras!
¡Hola, Álvaro!
EliminarMuchas gracias;; <3 Sé que era excesivamente largo, así que me alegra mucho que hayas podido llegar hasta el final, ¡y que encima te haya gustado tanto! Ya sabes que por twitter podemos comentar cualquier cosa~
A ver si puedo mantener el ritmo, ¡hay una reseña y otro artículo en proceso!
¡Un saludo!
Atte. Rika~
Hola,me ha encantado tu artículo.
ResponderEliminarLo he paladeado con un gusto enorme, maravilloso simplemente.
Esperaré con ansias el de amistades masculinas, que bien me ayudará como ni te imaginas.
Nos leemos xd
¡Hola, Leonardo! Muchísimas gracias, de corazón <3.
EliminarEspero poder ponerme pronto, la vida se interpone muchísimo y ni siquiera me acuerdo de responder a tiempo comentarios tan bonitos ay. ¡Pero de verdad, muchas gracias por comentar!
Atte. Rika~
awwww yo aun espero con ansia el artículo de amistades masculinas, me has echo plantearme cosas que antes no veía y no les prestaba atención, me encanta que tus artículos son bastante objetivos, lo cual me fascina, muchas gracias por compartirlo con el mundo!!!
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